martes, 3 de septiembre de 2013

DIMENSIÓN DE LA INMIGRACIÓN

DIMENSIÓN DE LA INMIGRACIÓN

Dice Federico Andehazi en su obra "Argentina con pecado concebida" : 
"...basta señalar el hecho de que, en la Buenos Aires del siglo XIX, siete de cada diez habitantes eran extranjeros.
La ciudad cobró una nueva vida en sus calles transitadas por hombres y mujeres que traían en sus ojos el azul del mediterráneo, lenguas y dialectos de cada península, la cultura de siglos en cuya memoria ancestral se mezclaban el orgullo de un pasado imperial, un presente de hambre y un futuro que vislumbraban promisorio.
Fue éste el magma que produjo el estallido cultural que habría de sepultar para siempre la aldea criolla. Sin embargo, la aristocracia asistía con espanto y preocupación sobre ese aluvión que venía a romper la previsible, monótona y controlada aldea porteña. Si hasta entonces el apotegma de civilización y barbarie aludía a la antinomia de la ciudad ilustrada contra el campo brutal del gaucho y del indio, de pronto los términos se invirtieron; ahora la ciudad había sido tomada por hordas de extranjeros zaparrastrosos, hambrientos, y, por si eso fuera poco, venían con ideas socialistas, cuando no anarquistas. 
Entonces la oligarquía se refugió en sus estancias, fundó su propia literatura, una épica que reinvindicaba al campo, otrora denostado como tierra de bárbaros. Hasta los antiguos unitarios empezaban a reconciliarse con la rural figura de Rosas. Ahora no sólo había que aniquilar al indio, sino mantener a raya al gringo que venía a quedarse con la Nación. Ese era el ideario que impulsaba a Mitre y Ramos Mejía. 
En ese contexto, Roca era la espada y Eugenio Cambaceres, la pluma.
La generación que propició la inmigración imaginó un europeo ideal: franceses que habrían de traer el último grito de la moda parisina, italianos con su equipaje colmado ce partituras operísticas y flemáticos ingleses como los que habían llegado a los Estados Unidos. Nada más lejano, estos inmigrantes, a los ojos decepcionados de la aristocracia, eran la lacra iletrada vomitada desde las entrañas profundas de su propia cultura. Genoveses analfabetos, prostitutas raquíticas, gallegos hambrientos, rusos socialistas y polacos perseguidos convivían en el conventillo. Todos se reunían en el patio a la sombra de la parra para cambiar experiencias; cada uno extrañaba su terruño y así, hablando en un castellano, hecho con retazos de otros idiomas y dialectos, reinventaron una Europa en suelo criollo.
El cuarto del conventillo, donde habitaba cada familia, se convirtió en la aldea; el patio se transformó en continente y la ciudad, en el universo.
El tango, en su origen, fue universal en la medida que supo pintar esa aldea hecha de nostalgia. Antes que la poesía fue la música: el bandoneón, alemán, llegó luego de las flautas primitivas, que le daban al género en ciernes una cadencia habanera; el ritmo africano aletargado, las armonías tomadas de la canzoneta napolitana, las melodías genovesas y vascas se mezclaban para que los cuerpos se fundieran en una danza hecha del glamour francés y sensualidad negra".

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La ilusión de Juan Bautista Alberdi de poblar la Nación Argentina con anglo sajones se vio limitada por el artículo de nuestra Constitución que establece como oficial la religión católica apostólica romana. 
Julio Argentino Roca, representante del federalismo del interior del país, electo Presidente de la Nación en 1880, les dio a los inmigrantes la igualdad de los derechos que regían para todos los habitantes del suelo argentino con la intención de estimular la inmigración europea que deseaba Alberdi. Para ello promulgó la Ley de Enseñanza laica, gratuita, obligatoria y gradual, el Registro Nacional de las Personas, y le retiró a la Iglesia Católica la secularización de los cementerios.
El Presidente Julio Argentino Roca tomó esas medidas para posibilitarles a todos los inmigrantes la igualdad educacional y social, el derecho de registrar casamientos, nacimientos y fallecimientos en el Registro Nacional de las Personas y sepultar a sus fallecidos en los cementerios sin demostrar haber sido bautizado por la iglesia católica. Estas medidas disgustaron al Vaticano, por lo que rompió relaciones diplomáticas con la Argentina. 

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