miércoles, 28 de agosto de 2013

VISITA DEL GOBERNADOR DE ENTRE RÍOS

El Gobernador de Entre Ríos, don Miguel Laurencena, su Ministro de Gobierno doctor Antonio Sagarna; el Comandante de la 3ra División Militar General Isaac Oliveira César; el Director de la Enseñanza don Alfredo Villa Alba y una importante comitiva visitaron el 5 de noviembre de 1917 la colonia Lucienville.
Gratamente impresionados por lo que pudieron apreciar, decidieron extender su visita a otras colonias fundadas por la Jewish Colonizaton Association Empresa Colonizadora del barón de Hirsch.
La gira se prolongó hasta el 16 de noviembre con actos realizados en las localidades de Basavilbaso, Domínguez, La Capilla y Villa Clara donde dio su impresión con el siguiente discurso: 

"El Gobierno de Entre Ríos realiza, con esta excursión uno de sus más firmes anhelos, una persistente, casi obsesiva preocupación: conocer directamente y en sus variados aspectos este interesantísimo fenómeno económico, político, religioso, educacional y social argentino, particularmente entrerriano, que gravita sobre 193.731 hectáreas del territorio de la provincia y sobre casi 11.000 habitantes que, al amparo de las instituciones libres, cultivan la tierra, hacen agricultura y ganadería y las manufacturas derivadas. 
Han constituído siete centros semi urbanos y sesenta colonias. Aprenden y enseñan nobles principios de trabajo, de moral y de Patria en 37 escuelas. Fomentan y hacen prosperar valiosas instituciones de solidaridad económica y social, perfeccionan la técnica productiva con el consiguiente progreso y elevación de conciencia de los trabajadores. 
Dan soldados a la Patria para bien defender su hogar, su libertad plena y su felicidad. Hogar, libertad y felicidad de todos los que viven y trabajan bajo el sol glorioso de Mayo. 
El Gobierno de Entre Ríos garantiza a los judíos de esta provincia el ejercicio de sus derechos de trabajo, de conciencia, de costumbres y de acción cultural sin que los repliegues de una mal entendida política oculte la más ligera de prevenciones de raza o de culto con que la injusticia de siglos castigó a un pueblo dotado de las más grandes virtudes que hayan florecido sobre la tierra. 
No quiere este Gobierno agitar una bandera sectaria ante las colonias hebreas, no viene a halagarlos con una clarinada de sionismo trasnochado; al contrario, viene a decirles que la tierra prometida está aquí, que aquí gozan de todas las prerrogativas inherentes a su calidad de humanos y pueden participar de todas las contingencias políticas y civiles de nuestra vida. 
Deben comprender que ya no son extranjeros de la otra orilla, son ciudadanos argentinos, soberanos de un país cuya grandeza finca en el heroísmo de sus libertadores, en las sublimes concepciones humanitarias de sus próceres civiles, en la riqueza inconmesurable de su suelo, en la generosidad con que la guerra y la paz selló la independencia de los pueblos y libertad de individuos, en la amplitud y flexibilidad con que incorpora toda energía fecunda y austera al banquete de sus triunfos, sin entrar  a averiguar el pigmento de su epidermis, el Dios de sus creencias ni el arquetipo de su partido político o de su ideal estético de un país que aspira a que todos sus habitantes piensen y obren conforme a la sentencia de Terencio: Nada humano me es indiferente. 
El Gobierno de Entre Ríos, que auspicia los movimientos cooperativos de los colonos judíos, que bregó para que se les considerara en igualdad de condiciones para el auxilio oficial de semillas, que puso todo su interés en la averuguación de hechos que agraviaban la conciencia israelita, que concedió el descanso sabatino, porque él corresponde a la tolerancia de cultos que garantiza nuestra Constitución, no realizó ningún particularismo, ni procedió según normas tendenciosas para estos colonos. 
El Gobierno de Entre Ríos abrió en cumplimiento del deber que le imponen las instituciones. Obró como la aguja de una catedral gótica que marca la inspiración eterna hacia regiones superiores de identidad y sirve para desviar las descargas de electricidad ambiente, salvando la vida y la labor de los que sobre la tierra cumplen su misión; de los que están en el templo y fuera del templo, de gentiles y cristianos, de negros y blancos, de ancianos que pagaron ya ya su tributo y de niños inocentes a los que no hay derecho de envenenarles las fuentes puras del vivir.
Se ha acusado a los judíos de inadaptables a otro género de vida que el del comercio y de ser inasimilables por otros pueblos y naciones. Es un prejuicio más de los tantos que oscurecen la clara visión de las cosas, aún cuando debe decirse que la historiografía, no la historia, documenta en mucho, esos errores. Se han aducido con pretensiones cientificistas esos documentos controlados, porque al comprobar la tendencia hebrea hacia el comercio, se olvidó que ella naciera como defensa contra las persecuciones sin reposo, contra las prohibiciones seculares a ejercer otro ramo de la actividad económica.
Se olvida que este pueblo llegó a Egipto durante la dinastía de los Reyes Pastores y contribuyó en gran parte a labrar el emporio agrícola del Nilo. 
Hizo de la tierras asoleadas y duras de Palestina, verdes praderas donde corren arroyos de leche y de miel, y hoy, han reconstruído en esas mismas tierras, desiertas ayer, colonias en las que prosperan granjas florecientes con viñas, olivos, almendros, naranjos y cereales. 
Olvidan que la legislación hebraica es, cual ninguna otra, previsora y justiciera por sus consejos y mandatos para que sea la tierra el instrumento del trabajo y la felicidad. 
Esa legislación impone el trabajo obligatorio. Cada siete años, llamado el séptimo del Sabat, debe dejarse descansar esa tierra para la reconstitución del fertilizado de los fundos. Y esa institución de rincón de cada parcela, que debía cultivarse para los menesterosos, que nuestra pretenciosa caridad no ha sabido copiar. Se olvida que la noble y querida madre patria se entecó en el siglo XVI, no por la conquista y colonización de América, sino porque expulsó a sus moros y judíos industriosos que cultivaban sus tierras y construían monumentos arquitectónicos, movían sus telares y fábricas y dirigían su comercio. 
No es mi palabra desautorizada quien lo menciona; son Martínez Mata, Ward, Ustariz, Ulloa, Jovellanos y muchos otros historiadores importantes quienes lo afirman en sus trabajos inmortales. Un experiencia actual y positiva tiene en sociología siempre más valor que una doctrina y una tradición.
El esfuerzo filantrópico de Mauricio de Hirsch, único en la historia, da sus óptimos frutos en la libre América. Los colonos judíos han comentado colonias prósperas y día a día progresan en sus métodos y su organización. Los judíos agricultores, ganaderos y fabriles se adaptan a sus medios, son factores de cultura y democracia. Desmienten así a sus detractores. 
Hemos visto a Lucienville, a colonias cercanas a Domínguez, todas alegres, limpias, afanosas; los trigales y linares, nos saludaban al pasar agitados por una brisa saludable como testimonio de cordialidad del hospedaje. 
No es mucho para un gobierno democrático exprese su reconocimiento les augure muchos triunfos en la paz augusta del trabajo libre. 
No hemos venido para ocultar a nadie, ni a nosotros mismos, la verdad de lo que viéramos. Aún hay más para hacer en estas colonias: ir hacia la chacra granja, independizarse, aumentar el seguro contra los riesgos agrícolas y elevar el coeficiente de vida. Pero es mucho y muy bueno lo que han hecho. El país puede contar con un factor de progreso en estas colonias. 
He hablado de solidaridad y cooperación. 
La Patria Argentina, donde se asientan razas, nacionalidades, credos y aptitudes tan diversas y complejas, es el mejor campo de experimentación de esas doctrinas. Vosotros contribuís aprovechando los beneficios de nuestra hospitalidad y de la liberalidad no igualada de nuestras instituciones para cimentar en realidades felices doctrinas que creo salvadoras. Hemos visitado vuestros campos, vuestras bibliotecas, vuestros hogares, templos, instituciones cooperativas, vuestras escuelas de positiva y honda raigambre argentinista; hemos hablado he interrogado sobre muchos asuntos a vuestros ancianos, mujeres y hombres maduros, jóvenes y niños. 
Hemos visto la bandera de la Patria flamear por doquier y la hemos visto llevada como trofeo sagrado por bravos jinetes en los que el ojo experto de nuestro General ve a los tradicionales centauros de nuestra historia.
Se nos recibió en todas partes cantando el Himno Nacional y muy sugerentes canciones patrióticas. 
Hemos examinado a vuestros escolares y afirmamos que pueden soportar todo parangón con los alumnos de las escuelas oficiales en conocimientos de historia, geografía y agricultura nacional y regional.
Nos vamos convencidos que cuando llegue la hora y se pase lista para defender la Nación, los conscriptos y gauchos judíos estarán entre los primeros que dirán presente".   
                                                                    * * *                                       oscarpascaner.blogspot.com

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