lunes, 16 de septiembre de 2013

OCASIONAL ENCUENTRO

Relato basado en las obras de Boleslao Levín, Haim Havni, Lázaro Schallman y otros que escribieron sobre la colonización agraria encarada por la Empresa Colonizadora Jewish Colonization Association (J.C.A.) auspiciada por el barón Mauricio de Hirsch.  
El episodio que narro ocurrió con inmigrantes que viajaron por su cuenta antes de la formación de la mencionada Empresa, inscripta en Londres en septiembre de 1991 como Charity Society. 

"En octubre de 1889 el Director de Colonización de la República Argentina, Doctor Willhelm Loewental, cumpliendo funciones pertinentes a su área, viajaba por el ferrocarril en construcción que uniría la ciudad de Santa Fe con la de Tucumán. 
El tren se detuvo en lo que en ese entonces era punta de rieles del tramo habilitado, la Estación Palacios. Mientras la locomotora recargaba agua el doctor Loewenthal vio que gran cantidad de hombres, mujeres y niños de aspecto europeo, mal vestidos, mendigaban comida ante los cocineros del coche comedor del tren. Descendió con la intención de saber por qué se hallaban en esa condición. En dialecto yargón, que el doctor Loewenthal entendía porque lo hablaban campesinos de la región caucásica, donde años antes, él había ejercido su profesión de médico, le explicaron: 
  - "Somos rusos judíos. Vinimos a establecernos en la Argentina accediendo a la invitación que nos hizo el gobierno argentino. Compramos 120 lotes de tierra a J. B. Frank, agente legal del terrateniente Rafael Hernández. Ese agente de ventas, Frank, trabaja en el consulado argentino en París. El señor cónsul, Pedro Lamas, estuvo presente cuando acordamos las condiciones en los contratos de colonización.  
El dinero requerido como anticipo se lo entregamos al señor cónsul, quien nos aseguró que se lo enviaría al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina para que se lo entregue al terrateniente Rafael Hernánez al darnos la posesión de las parcelas de tierra. 
Llegamos al puerto de Buenos Aires en el barco Weser el 14 de agosto de este 1889, pero el Director de Inmigración, Carlos Lix Klet, no nos permitió descender sin dar razones, negándose a leer los contratos de compra de parcelas de tierra de labranza refrendados por el cónsul argentino en París
Nuestro contingente estaba integrado por 138 familias; 120 eran jefes de familia que compraron parcelas de tierra para dedicarse a la agricultura; los otros 18, artesanos en oficios relacionados con esa actividad. Dos días después permitió el descenso de 104 familias, sin motivo le impidió bajar a 34 familias. No sabemos que fue de ellos. 
El agente inmobiliario de Rafael Hernández nos aseguró que el terrateniente nos esperaría en el puerto de Buenos Aires, pero no se presentó. 
Los funcionarios de inmigración que registraron nuestra llegada no nos indicaron dónde podíamos alojarnos. Nos dispersamos por la ciudad de Buenos Aires azotada por una fría llovizna y fuertes vientos. Dos días después, un buen hombre se acercó a una familia de inmigrantes que permanecía acurrucada para protegerse de las inclemencias climáticas. Los guió hasta el Hotel de Inmigrantes. El jefe de la familia dejó en ese Hotel a los suyos y salió en busca de sus compañeros de viaje. 
El abogado Pedro Palacios se presentó  en el Hotel de Inmigrantes ofreciendo ayuda. Después de estudiar los contratos de colonización entrevistó al Ministro Estanislao Zeballos pidiéndole que obligue a Hernández a cumplir lo que decían los contratos. 
Argumentando que no habían podido dar con el paradero de ese Ministro, ofreció devolvernos la mitad de lo que habíamos pagado como anticipo. Ante el riesgo de perder todo, decidimos aceptar
Finalizado ese trámite, el abogado Palacios dijo que él poseía tierras en la zona norte de la provincia de Santa Fe y ofreció colonizarnos en ellas. 
Dos hombres del contingente viajaron para comprobar si esas tierras eran aptas para ser cultivadas. Regresaron expresando su conformidad.  
La mitad del contingente inmigratorio celebramos nuevos contratos de colonización con Palacios, en términos similares a los establecidos con Rafael Hernández. Tuvimos que dejar el Hotel de Inmigrantes un viernes porque se terminó la prórroga que nos dieron y viajamos en tren hasta aquí. Llegamos al atardecer, a la hora del sabat, el día de descanso de personas y animales. Por eso no podíamos viajar en carros de tracción a sangre. El domingo tampoco podíamos porque comenzaron las Fiestas Solemnes. El señor Horovitz, mayordomo del doctor Palacios, no entendía nuestras obligaciones religiosas y se fue dejándonos abandonados aquí. Vivimos en vagones de carga vacíos. Se murieron más de treinta criaturas de hambre y por las condiciones en las que estamos. No tenemos para comer más que las pocas galletas que nos dan, a veces, los que obreros que colocan los rieles.
El relato quedó trunco porque la locomotora terminó de llenar con agua su depósito y el guarda del tren instaba al doctor Loewental a subir para iniciar el regreso. 
Loewenthal expuso la situación de esos inmigrantes ante funcionarios del Gobierno de la Provincia de Santa Fe. Al llegar a Buenos Aires elevó una nota al Ministro de Relaciones Exteriores en estos términos:
"Desde hace dos semanas permanecen en estación Palacios más de quinientos inmigrantes en la miseria más espantosa no teniendo para comer mas que una galleta dura cada 48 horas. Muchos están enfermos. Ya murieron decenas de niños y otros agonizan".

El diario La Nación publicó esa noticia el 29 de octubre de 1889 y agregó:
"La explotación de la que son víctimas centenares de inmigrantes no le es ajena al Ministro del Exterior doctor Estanislao Zeballos, ya que en 1883 editó un libro de su autoría titulado Descripción Amena de la República Argentina, en el que daba cuenta de los abusos y estafas cometidas por inescrupulosos para quedarse con el dinero de los inmigrantes".

El Director de Colonización de la República Argentina visitó al abogado terrateniente doctor Pedro Palacios para exponer la situación de esos inmigrantes abandonados en Estación Palacios quien le dijo: 
  - Esa estación lleva mi apellido por haber donado una franja de mis tierras para el tendido de rieles y la edificación de la estación -explicó el abogado terrateniente Pedro Palacios y agregó-  Los inmigrantes fueron estafados por Rafael Hernández, hermano de José Hernández, autor del Martín Fierro con la probable complicidad del 
Ministro del Interior Estanislao Zeballos al entregarle a Rafael Hernández los cheques enviados por el cónsul argentino en París Lamas antes de darle la posesión de las parcelas de tierra. Rafael Hernández después de cobrar esos cheques, desapareció. Yo plantée la situación ante el Ministro Zeballos para que ubique a Rafael Hernández y lo obligue a cumplir con los estipulado en los contratos celebrados por su agente legal en París y refrendados por el cónsul argentino en París. Los damnificados decidieron aceptar la arbitraria propuesta de devolverles sólo la mitad de lo pagado como anticipo. Ya terminado ese asunto de la estafa, les hice saber que poseo tierras aptas para la labranza en el norte de la provincia de Santa Fe, y podría colonizarlos en las condiciones pactadas con Hernández. Al vencer la prórroga  que les conseguí para permanecer en el Hotel de Inmigrantes, viajaron en tren a Palacios un viernes y llegaron al atardecer de ese día pero se negaron a subir a los carros tirados por caballos. Los días siguientes volvieron los carros para llevarlos pero ellos se negaban a subir porque se la pasaban rezando. Los catorce vacunos entregados por  mi administrador Horovitz para su alimentación, fueron carneados todos en un día y desechaban los cuartos traseros de cada animalLa barrera idiomática impidió entender sus reglas de alimentación. La negativa a subir a los carros y esa actitud desconcertó a Horovitz; después de decirles que le avisen cuando estén dispuestos a ir a sus tierras, se retiró dejándolos allí.
El abogado Palacios le expresó a Loewenthal su pena por la muerte de las criaturas y la situación de esos inmigrantes prometiéndole a Loewenthal viajar de inmediato con un intérprete para aclarar la situación generada por un fanatismo religioso del que jamás oyó hablar.

Estos inmigrantes ultra religiosos, viajaron por su cuenta antes de que el barón de Hirsch constituyó su Empresa Colonizadora. 
No obstante las dificultades impuestas por la barrera idiomática, fundaron el pueblo y las colonias de Moisés Ville.               
Posteriormente la J. C. A. compró las tierras en las que fueron colonizados por el abogado terrateniente Pedro Palacios.                                                 
                                                                        * * *                                     oscarpascaner.blogspot.com 

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio