ABRIENDO SURCOS
ABRIENDO SURCOS EN LA PATRIA NUEVA
El canto del gallo anunció que pronto amanecería.
Pascaner usó un fósforo para encender la vela que había en el candil.
El canto del gallo anunció que pronto amanecería.
Pascaner usó un fósforo para encender la vela que había en el candil.
Removió los carbones del fogón, cubiertos por aterciopelado
manto de cenizas, y notó que aún permanecían encendidos. Los sopló para reavivar la combustión.
Llenó con agua un cacharro y lo puso a calentar para preparar té y café.
Llenó con agua un cacharro y lo puso a calentar para preparar té y café.
Se lavó las manos y la cara en
la palangana y se asomó a la madrugada. Una
oleada de aire frío lisonjeó su rostro. Aspiró el aroma de la campiña entrerriana.
En el cielo brillaba intensamente el lucero.
En el cielo brillaba intensamente el lucero.
Le llegó el melodioso trino de una alondra. - Signo de buen augurio. -se dijo.
Portando el farol encendido, un
balde y un jarro, se dispuso a ordeñar y se dirigió al sitio en el que había atado el ternero, lejos de la vaca para que no mame durante la noche. Cuando lo acercaba su madre vio que su esposa Lía y su
hijo Benjamín iban hacia él. Pascaner entregó a su
hijo la soga atada al cuello del ternero y los demás elementos que llevaba en sus manos para tener las manos libres y abrazar a ambos.
La rosilla los recibió
con un suave mugido. Pascaner la acercó al palenque y acortó la atadura de la
soga; con una correa maneó las patas traseras y la cola de la vaca para evitar que se mueva y el chicoteo de su cola mientras era ordeñada.
Benjamín fue quien acercó el ternero a la vaca y lo dejó mamar unos minutos para que la rosilla "baje la leche".
Pascaner le cedió a su esposa el honor de comenzar a ordeñarla.
Los primeros chorros de leche, al estrellarse en el fondo del jarro, la llevó a recordar sus quehaceres mañaneros cuando vivían en el Principado de Moldavia, siempre acosado por los cosacos rusos.
La luz del farol dejó ver el centellar de sus lágrimas colgadas de sus pupilas.
Su esposo la sucedió hasta que Benjamín le pidió continuar él hasta llenar el balde.
Benjamín levantó en alto el jarro con la leche denominada "apoyo" y dijo:
- Un brindis por Nuestra Patria Nueva -y le pasó el jarro a su madre, quien bebió dos tragos, luego hizo lo propio con su padre, y, finalmente, él repitió el brindis.
La luz del farol dejó ver el centellar de sus lágrimas colgadas de sus pupilas.
Su esposo la sucedió hasta que Benjamín le pidió continuar él hasta llenar el balde.
Benjamín levantó en alto el jarro con la leche denominada "apoyo" y dijo:
- Un brindis por Nuestra Patria Nueva -y le pasó el jarro a su madre, quien bebió dos tragos, luego hizo lo propio con su padre, y, finalmente, él repitió el brindis.
Rieron de felicidad, rieron al ver que el
espumoso apoyo les pintó blancos bigotes.
- ¡Cuánto hace que no reíamos así! -exclamó Lía casi a punto de llorar de emoción.
El desayuno con leche
ordeñada por ellos les pareció más sabroso.
- Oí cantar una alondra, buen augurio para iniciar el trabajo. -dijo Pascaner y añadió- Hijo, vé si don Cosme está por ahí, pregúntale si nos ayuda a abrir el primer surco.
Padre e hijo, con la ayuda de don Cosme, uncieron los bueyes al yugo atalajándolos al carro en el el que habían cargado el arado mancera y otros elementos.
El rosicler del alba de una templada mañana invernal de fin de
junio de
1894, vio
a Pascaner con su esposa y sus seis hijos, acompañados por el boyero Cosme García partir hacia su parcela de labranza con la intención de abrir el primer surco en tierra de su Patria Nueva.
La tierra virgen apisonada por la lluvia y el pisoteo del ganado durante siglos, debía ser abierta por la reja del aradito primitivo para recibir las semillas de trigo, tarea nada fácil en un suelo jamás labrado.
El primer intento de clavar la reja fracasó, los bueyes se negaron a seguir tirando. Benjamín trató de alentarlos palmeándolos en las ancas.
El primer intento de clavar la reja fracasó, los bueyes se negaron a seguir tirando. Benjamín trató de alentarlos palmeándolos en las ancas.
- ¡Vamos! ¡Tiren! ¡Claven la reja!
-dijo tratando de animarlos en el segundo intento.
La tierra crujido al ser hendida por la pequeña reja del arado de mano. Eso motivó ignotas sensaciones que hizo enmudecer a toda la familia.
Lía, al límite de su emoción que tendía a convertirse en
llanto, tomó un puñadito de esa tierra recién arada. La desmenuzó con sus dedos como queriendo
descubrir el misterio del humus que convierte una semilla de trigo en cientos de semillas.
Sus hijos la imitaron y también palparon
esa tierra de promisión para sentir la emoción que llevó a su madre al borde del llanto.
- ¡Observen! -exclamó Anita señalando al firmamento-
¡Ese jirón de blanca nube atraviesa el azul celeste del cielo formando la
bandera argentina! ¡Es para ti, papá! ¡Es el saludo que te brinda el cielo argentino por ser el pionero de esta Colonia en labrar su suelo!
Pascaner, no queriéndose mostrar indiferente a la emoción de su hija Anita depositó un beso en los extremos de sus dedos apiñados e hizo el ademán de enviarlo hacia la nube que plasmaba la bandera argentina..- ¡Bendita seas Argentina! -exclamó emocionado.
* * * oscarpascaner.blogspot.com
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