EMBARCADOS
EMBARCADOS
Invitado por la Presidenta del Centro Literario Caseros asistí al agasajo de Sarita Niemitz, colaboradora de ese Centro. Sarita Niemitz, (prima hermana de mi padre), cumplía sus 95 años.
Fue emocionante volver a verla después de muchos años. Al decirle que estaba escribiendo la historia de mi familia paterna, según relatos de mi padre, de su hermana Aída y sus primos hermanos José y Rosa Pascaner, me dijo que su padre Salomón Niemitz (hermano de mi abuela paterna), solía contarles con lujo de detalles el viaje desde Odesa a Buenos Aires en el que el que su padre y hermanos compartieron asientos con cuatro jóvenes de la familia Pascaner. A partir de entonces nuestros contactos personales y telefónicos se hicieron frecuentes. Sarita me aportó detalles relatados por su padre. Basado en esos detalles y fotocopias del Registro de Inmigrantes, armé este relato.
Invitado por la Presidenta del Centro Literario Caseros asistí al agasajo de Sarita Niemitz, colaboradora de ese Centro. Sarita Niemitz, (prima hermana de mi padre), cumplía sus 95 años.
Fue emocionante volver a verla después de muchos años. Al decirle que estaba escribiendo la historia de mi familia paterna, según relatos de mi padre, de su hermana Aída y sus primos hermanos José y Rosa Pascaner, me dijo que su padre Salomón Niemitz (hermano de mi abuela paterna), solía contarles con lujo de detalles el viaje desde Odesa a Buenos Aires en el que el que su padre y hermanos compartieron asientos con cuatro jóvenes de la familia Pascaner. A partir de entonces nuestros contactos personales y telefónicos se hicieron frecuentes. Sarita me aportó detalles relatados por su padre. Basado en esos detalles y fotocopias del Registro de Inmigrantes, armé este relato.
Los integrantes de la familia Pascaner embarcaron al Orione, en el puerto de Odesa del Mar Negro el 12 de mayo de 1894.
Unas seiscientas personas de distintos países del Este europeo integraban el contingente que iría a la Argentina para ser colonizados por la Jewish Colonization Association (J.C.A.) Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch.
Por indicación del capitán de la nave los viajeros permanecieron en cubierta a la espera de funcionarios del Comité de Emigración.
Unas seiscientas personas de distintos países del Este europeo integraban el contingente que iría a la Argentina para ser colonizados por la Jewish Colonization Association (J.C.A.) Empresa de Colonización Agraria del barón Mauricio de Hirsch.
Por indicación del capitán de la nave los viajeros permanecieron en cubierta a la espera de funcionarios del Comité de Emigración.
Cuando éstos ingresaron a la pasarela se acallaron los murmullos. Sólo se oía el golpeteo del agua contra el casco de la nave y los gritos estridentes de las gaviotas.
Uno de ellos iba diciendo cortas frases que eran traducidas al idioma eslavo por Benjamín Gregorio Pascaner:
- Durante la travesía recibirán cuatro comidas diarias. Si alguno se siente enfermo o por cualquier otra situación de emergencia deben dirigirse al capitán del barco.
Al arribar al puerto de Buenos Aires, capital de la República Argentina, los recibirán Delegados de la Empresa Colonizadora del barón de Hirsch. Ellos se ocuparán de hacerlos llegar a los sitios en los que serán colonizados.
Les deseo buen viaje y mi deseo que hallen paz y libertad en la Nueva Patria.
El otro funcionario del Comité de Emigración leyó un telegrama en francés.
Su traducción al idioma castellano es la siguiente:
“Ustedes tienen el privilegio de participar del proyecto de colonización agraria emprendido en la República Argentina. Yo, Mauricio de Hirsch, quiero demostrarle al mundo que la Rusia de los zares miente cuando acusa a vuestros hermanos de religión de despreciar el trabajo agrícola. La verdad es que en Rusia les prohíben labrar la tierra. Ustedes pueden ser buenos labradores cuando les permiten trabajar y cuentan con los medios apropiados para ello. ¡Hermanos míos, van hacia un país hermoso, generoso, rico y fértil! Allí formarán vuestros hogares, tendrán tierras, viviendas y herramientas para labrar la tierra.
Al llegar no encontrarán todo listo, no se desalienten por ello.
Los despido con la mejores palabras: ¡Paz! ¡Libertad!
- Durante la travesía recibirán cuatro comidas diarias. Si alguno se siente enfermo o por cualquier otra situación de emergencia deben dirigirse al capitán del barco.
Al arribar al puerto de Buenos Aires, capital de la República Argentina, los recibirán Delegados de la Empresa Colonizadora del barón de Hirsch. Ellos se ocuparán de hacerlos llegar a los sitios en los que serán colonizados.
Les deseo buen viaje y mi deseo que hallen paz y libertad en la Nueva Patria.
El otro funcionario del Comité de Emigración leyó un telegrama en francés.
Su traducción al idioma castellano es la siguiente:
“Ustedes tienen el privilegio de participar del proyecto de colonización agraria emprendido en la República Argentina. Yo, Mauricio de Hirsch, quiero demostrarle al mundo que la Rusia de los zares miente cuando acusa a vuestros hermanos de religión de despreciar el trabajo agrícola. La verdad es que en Rusia les prohíben labrar la tierra. Ustedes pueden ser buenos labradores cuando les permiten trabajar y cuentan con los medios apropiados para ello. ¡Hermanos míos, van hacia un país hermoso, generoso, rico y fértil! Allí formarán vuestros hogares, tendrán tierras, viviendas y herramientas para labrar la tierra.
Al llegar no encontrarán todo listo, no se desalienten por ello.
Los despido con la mejores palabras: ¡Paz! ¡Libertad!
Firmado: Mauricio de Hirsch
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Mi tía abuela Sarita Niemitz me había recomendado: - Al relatar la historia familiar no olvides mencionar que tu abuelo paterno, Benjamín Gregorio Pascaner, fue elquien tradujo a distintos idiomas y dialectos el texto del telegrama del barón de Hirsch. De eso estoy segura porque mi padre lo mencionaba cada vez que contaba algo sobre el viaje que emprendieron para llegar a la Argentina. Los cuatro hermanos Niemitz y cuatro de los hermanos Pascaner compartieron dos largos asientos enfrentados y allí se los tradujo al rumano el texto del telegrama del barón de Hirsch y lo que habían dicho los dos Delegados del Comité de Emigración. Aparentemente sabía los dialectos eslavos y otros idiomas. entre ellos el castellano.
Cuando los cuatro hermanos Niemitz, dos varones y dos mujeres, en el salón de pasajeros del Orione vieron que el joven que les sirvió de traductor y una muchacha ocupaban dos asientos de los cuatro lugares que tenía el banco, y que el enfrentado había dos muchachas y dos asientos libres, se dispusieron a ocuparlos.
Se presentaron: Salomón Niemitz, Julio, María y Fanny Niemitz. Sus compañeros de asientos hicieron lo propio: Sima, Fanny y Sara y Benjamín Gregorio Pascaner. Aquí en este banco del otro lado del pasillo está el resto de mi familia: mis abuelos, mi bisabuelo, su hermana y mis hermanos menores: Sara y Mauricio.
Los hermanos Niemitz y los cuatro hermanos Pascaner mayores se hicieron amigos.
Durante la travesía Benjamín Gregorio Pascaner y Fanny Niemitz se enamoraron.
*
Los ojos de Sarita se iluminaron y la sonrisa se instaló en su envejecido rostro.
- ¡Cómo recuerdo el instante en que conocí a tu padre, mi primo Leoncito!
Sé que ya te lo conté pero dejame evocarlo una vez más.
Yo tenía diez años. Al atardecer me vestí con un pantalón y una camisa de mi hermano mayor y fui a caballo a buscar las vacas con sus crías, las arreé hasta el corral, aparté los terneros de sus madres para que no mamen durante la noche.
Le saqué el cojinillo y el freno al caballo y lo solté. Iba hacia nuestra casa rancho cuando ví que mis padres estaban sentados en el patio con un hombre desconocido. Dí un rodeo para evitar que el visitante me vea toda sucia, despeinada y mal vestida con esa ropa grande de mi hermano, cuando mi padre me llamó.
- Sarita, vení a conocer a tu primo Leonardo, el hijo de tu tía Fanny.
Con vergüenza me acerqué a ese hombre pulcro y bien vestido. De cierta distancia le tendí mi mano. Tu padre, que en ese entonces tenía 24 años, tomó mi mano atrayéndome hacia él, me abrazó y besó mi frente. Ese gesto hizo sentirme tan bien que ahora, al recordarlo, se me humedecen los ojos. Te juro Oscarcito que nunca había recibido un abrazo tan tierno como el que me dio tu padre. Yo, ni mis hermanos no estábamos acostumbrados a recibir muestras de cariño. Tu padre, mi querido primo Leoncito fue quien me dió el primer abrazo, y lo hizo con tanto cariño que me hizo sentir amada por primera vez en mi corta vida. ¡Cuanto me alegró la noticia de que sería el Jefe de Estación Domínguez, tan cerca de nuestra chacra! ¡Ese es el mejor recuerdo que tengo de mi infancia!
Cuando los cuatro hermanos Niemitz, dos varones y dos mujeres, en el salón de pasajeros del Orione vieron que el joven que les sirvió de traductor y una muchacha ocupaban dos asientos de los cuatro lugares que tenía el banco, y que el enfrentado había dos muchachas y dos asientos libres, se dispusieron a ocuparlos.
Se presentaron: Salomón Niemitz, Julio, María y Fanny Niemitz. Sus compañeros de asientos hicieron lo propio: Sima, Fanny y Sara y Benjamín Gregorio Pascaner. Aquí en este banco del otro lado del pasillo está el resto de mi familia: mis abuelos, mi bisabuelo, su hermana y mis hermanos menores: Sara y Mauricio.
Los hermanos Niemitz y los cuatro hermanos Pascaner mayores se hicieron amigos.
Durante la travesía Benjamín Gregorio Pascaner y Fanny Niemitz se enamoraron.
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Los ojos de Sarita se iluminaron y la sonrisa se instaló en su envejecido rostro.
- ¡Cómo recuerdo el instante en que conocí a tu padre, mi primo Leoncito!
Sé que ya te lo conté pero dejame evocarlo una vez más.
Yo tenía diez años. Al atardecer me vestí con un pantalón y una camisa de mi hermano mayor y fui a caballo a buscar las vacas con sus crías, las arreé hasta el corral, aparté los terneros de sus madres para que no mamen durante la noche.
Le saqué el cojinillo y el freno al caballo y lo solté. Iba hacia nuestra casa rancho cuando ví que mis padres estaban sentados en el patio con un hombre desconocido. Dí un rodeo para evitar que el visitante me vea toda sucia, despeinada y mal vestida con esa ropa grande de mi hermano, cuando mi padre me llamó.
- Sarita, vení a conocer a tu primo Leonardo, el hijo de tu tía Fanny.
Con vergüenza me acerqué a ese hombre pulcro y bien vestido. De cierta distancia le tendí mi mano. Tu padre, que en ese entonces tenía 24 años, tomó mi mano atrayéndome hacia él, me abrazó y besó mi frente. Ese gesto hizo sentirme tan bien que ahora, al recordarlo, se me humedecen los ojos. Te juro Oscarcito que nunca había recibido un abrazo tan tierno como el que me dio tu padre. Yo, ni mis hermanos no estábamos acostumbrados a recibir muestras de cariño. Tu padre, mi querido primo Leoncito fue quien me dió el primer abrazo, y lo hizo con tanto cariño que me hizo sentir amada por primera vez en mi corta vida. ¡Cuanto me alegró la noticia de que sería el Jefe de Estación Domínguez, tan cerca de nuestra chacra! ¡Ese es el mejor recuerdo que tengo de mi infancia!
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