PRIMERA COSECHA
PRIMERA COSECHA
Los noveles agricultores de Colonia Espíndola encorvaron sus espaldas y empuñaron las hoces para iniciar la siega del rubio trigal; el boyero Cosme García y su ayudante, trabajaron con guadañas.
Las mujeres y niños iban tras ellos atando en gavillas las espigas con sus tallos.
Algunos gauchos se agregaron para ayudarlos. Unos colonos, valiéndose del lenguaje gestual, les explicaron que no tenían dinero para pagarles; los gauchos les hicieron saber que era una gauchada. Los colonos, desconcertados, se miraron y en un dialecto que los gauchos no entendieron, pretendieron agradecerles.
Los noveles agricultores de Colonia Espíndola encorvaron sus espaldas y empuñaron las hoces para iniciar la siega del rubio trigal; el boyero Cosme García y su ayudante, trabajaron con guadañas.
Las mujeres y niños iban tras ellos atando en gavillas las espigas con sus tallos.
Algunos gauchos se agregaron para ayudarlos. Unos colonos, valiéndose del lenguaje gestual, les explicaron que no tenían dinero para pagarles; los gauchos les hicieron saber que era una gauchada. Los colonos, desconcertados, se miraron y en un dialecto que los gauchos no entendieron, pretendieron agradecerles.
Don Cosme García asignó a dos la tarea de emparvar las gavillas, y dándoles palas de puntear a otros, les indicó donde hacer los hoyos y enterrar los postes del alambrado de la pista circular que rodearía la parva para el pisoteo de las espigas.
Los emparvadores, munidos de
horquillas, arrojaron gavillas a esa pista de tres metros de ancho. Cuando don Cosme consideró que había suficientes gavillas le ordenó a su ayudante hacer entrar las seis yeguas.
Los chasquidos de los látigos
las estimularon a trotar. El pisoteo hizo desprender los granos de las espigas.
Retiraron los equinos y con escobas y palas anchas recogieron en bolsas los granos de trigo mezclados con granza de paja
triturada. La tarea se repitió
hasta terminaron con todas las gavillas.
El contenido de las bolsas lo pasaron poco a poco por zarandas suspendidas de trípodes hechos con largos postes. Al moverlas,
los granos de trigo caían en las lonas tendidas en el suelo y la granza quedaba
en las zarandas. El venteo posterior quitó minúsculos restos de granza y embolsaron el trigo libre de impurezas.
Con lágrimas de agradecimiento abrazaron a los gauchos y elevaron al cielo las miradas de sus ojos llorosos bendiciendo a esta “Patria Nueva” y al barón de Hirsch, por brindarles la libertad de labrar la tierra y cosechar el fruto de su trabajo.
Mi buen amigo Mauricio Soiget, nacido
en Domínguez, escribió esta poesía:
EL ARADO DE MI PADRE
EL ARADO DE MI PADRE
Arado; tu fuiste el
que abrió el surco / que mi padre un día iba a señalar,
junto a mi madre
allá en Entre Ríos / esperando a este hijo que debía llegar.
En ti cifraba los
más lindos sueños… / ¿qué más en la vida podía anhelar?
Te has oxidado producto del tiempo; / hoy descansas de una labor sin par,
pero ¿cuántas veces tu reja cansada / ha visto los campos de sudor regar?
Te has oxidado producto del tiempo; / hoy descansas de una labor sin par,
pero ¿cuántas veces tu reja cansada / ha visto los campos de sudor regar?
Te he de guardar
siempre porque eres parte /
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