viernes, 14 de septiembre de 2012

PRÓLOGO DE "LOS GAUCHOS JUDÍOS"

PRÓLOGO DE LA OBRA "LOS GAUCHOS JUDÍOS"

El brillante escritor y crítico literario entrerriano Martiniano Leguizamón prologó la primera edición de la obra de Alberto Gerchunoff titulada "Los Gauchos Judíos" que se dio a conocer en los días previos al Centenario de la Revolución de Mayo. Martiniano Leguizamón lo hizo con las siguientes palabras:

"Me sorprendió la llegada de este libro en hora propicia. Regresaba del campo después de haber respirado a pulmón pleno el aire tranquilo de las tardes, saturado de pampa y con la imagen en la retina de esas admirables puestas de sol que tiñen con colores de fuego la verde curva de las lomas, cuando vino a reavivar mis férvidos cariños natales, la lectura de sus páginas frescas, henchidas de aroma y sabor argentino. Decir que las he leído con verdadero deleite, conociendo mi inalterada simpatía hacia las obras que hunden su raigambre en el sentimiento de las clases nuestras, es casi una redundancia. Su lectura ha renovado, pues, el recuerdo de los paisajes y aromas de una región que vive entre mis mejores recuerdos de la infancia. Son flores de mi tierra que viene a brindarme un artista que no abrió sus ojos a la luz de aquel cielo amigo, pero a quien le ha bastado vivir algunos años en contacto con su suelo y los habitantes primitivos para saturarse de emoción y de imperecederas imagines, para ofrecernos, en sabrosos y coloridos bocetos, una página de la vida una página de la vida íntima de las colonias judías, que fueron a trazar los primetos surcos en el linde del Montiel, la selva hirsuta y huraña como el alma de sus moradores de antaño que la hicieron famosa con leyendas de bravura y fiereza selvática. Y a pesar de la brevedad de los relatos y de la pintura del paisaje de los tipos comarcanos, hechas sin embargo, con firme y sobrio trazo, cuánta verdad y cuánto colorido encuéntrase esparcido a través de sus páginas, distintas al parecer, pero unidas íntimamente por un alto sentimiento de gratitud y amor hacia la tierra generosa que entrega al colono sus frutos de oro; y que constituyen en su conjunto la historia de la modesta colonia Rajil, etapa por etapa, con el clásico viejo judío de anchas barbas y nariz aguileña, sus mujeres tristes, de rostros surcados por hondas arrugas de sufrimiento, al lado de las cuales surgen a la luz radiante del sol que les dora la faz, las garbosas muchachas hebreas, morenas de ojos rasgados, misteriosos o profundos, o las rubias que tienen en la dulce mirada "el azul que tiembla en las pupilas de la Virgen", con las trenzas pesadas y densas y el cuerpo escultural que modela el pampero bajo los toscos vestidos de percal. Ellas representan además, un  papel importante en el libro,  porque son el crisol delamor que está modelando el tipo nuevo, varonil y hermoso del gaucho judío. En vano los viejo rabinos seguirán mesándose las largas barbas al repetir en sus oraciones la lamentaciones seculares de la raza; sus hijos ya entran con desgano en la sinagoga, abandonan los hábitos tradicionales adoptando los trajes y usos de la comarca y adquieren, como lenta infiltración al medio ambiente, con los instintos de libertad, de esa independencia brava e inextinguible que timbra con rasgo acentuado el perfil moral de nuestro paisano.
Lo cuenta el autor: los judíos jóvenes de Rajil usan los aperos de sus cabalgaduras a la usanza criolla, saben bolear y enlazar. Así, el listo Jacobo, en más de uno de los relatos hace caracolear a su brioso petiso con las boleadoras de plomo goleándole el flanco, y el cuchillo atravesado a la cintura bajo su tirador tachonado con monedas de plata. Es el primer criollo de la colonia que ha encontrado más sabroso que el té preparado en el samovar de la lejana aldea rusa, el mate cimarrón de la rueda familiar del fogón campesino donde rabí Duglach, el poeta vagabundo, entretiene las veladas de los labradores con los relatos de la cautividad en en Babilonia, matizándolos con las hazañas de un gaucho que mataba pumas a facón en la selva del Montiel.
La evolución inevitable, cuando los ancianos judíos ya no estén, los hijos de sus hijos, argentinos, encariñados a la tierra que les entrega sus riquezas ubérrimas, libres de preocupaciones y recelos, risueños por la alegría y la paz del hogar, que les colma de dicha el corazón, entonarán en la fiesta de la nueva centutia, el cántico glorioso de la libertad argentina.
Vaya un caluroso homenaje de simpatía para las deliciosas mozas judías que he visto atravesar disputando ternuras viriles a las morochas del pago, mientras los ancianos salmodian, en el idioma arcaico, sus lentas plegarias al bandecir la tierra fecunda que llena las trojes con granos rubios como el oro; y un recuerdo también para los viejos criollos que, con sus relatos legendarios despiertan en el alma de los niños, un vago sentimiento de respeto y amor hacia los tiempos que pasaron".

Buenos Aires, abril 28 de 1910.                                             Martiniano Leguizamón     

                                                   * * *                                                    oscarpascaner.blogspot.com

                        

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