jueves, 26 de septiembre de 2013

SUIZOS, FRANCESES Y SABOYANOS


FUNDACIÓN DE LA COLONIA     de la obra "La Colonia San José" de Hécor Norberto Guionet

Considero que todos los pioneros de la colonización agraria en Entre Ríos, como los del resto de la Argentina, merecen que se conozca su esfuerzo y su buena voluntad para luchar contra las adversidades de la Naturaleza para lograr los granos que serán los alimentos de los argentinos y de otros países.
Héctor Norberto Guionet ha hecho un interesante trabajo sobre la Colonia San José donde se hicieron las colonias de SUIZOS, FRANCESES Y SABOYANOS.
En su obra, más de 400 páginas publicadas en mayo del 2007, relata esa gesta. 
Desde el primer párrafo, su autor pone de manifiesto sus ponderables aptitudes literarias y su amplio conocimiento del tema.


"El grupo que dio origen, en 1857, a la Colonia San José provenía en su mayoría de Suiza; del Cantón de Valais, y en particular del "Bajo" Valais, de expresión francesa. Fue el aporte más importante de personas que formaron esta colonia en Entre Ríos.
Un año antes, otro contingente de suizos del "Alto" Valais, de habla alemana, había fundado la colonia Esperanza de Santa Fe.
Precediendo a las anteriores, diez familias suizas dieron origen a la colonia Baradero, en la provincia Buenos Aires.
A esa pequeña extensión territorial, le cabe la curiosa circunstancia de haber sido cuna de la primera, segunda y tercera de las colonias agrícolas fundadas por inmigrantes; la primera fue en Entre Ríos.
Del total de las ciento once familias fundadoras de San José, noventa y tres suizas, dieciséis saboyanas y dos alemanas; también participaron de la epopeya cincuenta y tres inmigrantes sin familias.
Eran tiempos del gobierno de la Confederación Argentina con su capital funcionando en Paraná. Urquiza asumió organizar por su cuenta la instalación de la nueva colonia y, con la fuerza y la lucidez que lo caracterizaban, resolvió encomendar al agrimensor francés Carlos Sourides, entonces comandante de Gualeguay, la búsqueda de un punto del río Uruguay para su ubicación definitiva.
Luego de decidir el lugar conocido como Rincón Espiro, Carlos Sourigues comenzó a delimitar y amojonar la extensión de la colonia.
El 12 de julio de 1857, en comunicación epistolar con Urquiza, Sourigues informó del desembarco de los colonos, quienes "están ocupados construyendo sus albergues" y el delineamiento de las parcelas, en las "concesiones" definitivas.
El profesor Alejo Peyret, intelectual francés designado por Urquiza para administrar la colonia testimonia: "Formaron campamento en la costa del Uruguay; unos ganaron el galpón donde se depositaba la cal (de la calera existente en la zona), otros utilizaron el horno donde se la elaboraba o improvisaron abrigo debajo de los árboles -tupidísimos, felizmente- o formaron carpas con sábanas, baúles y cajones unos sobre otros".
Se arreglaron de la mejor forma que pudieron en la selva de ñapindá, ñandubay, quebradillos y talas.La presencia de avestruces, venados, nutrias, carpinchos, patos silvestres, teruteros y perdices contribuyó a canalizar el espíritu aventurero de los pioneros, todos buenos tiradores, al tiempo que posibilitaba degustar nuevos alimentos. Mientras el anciano encargado de la calera, en un gesto lleno de nobleza, cedía su ranchito para que se refugiaran en él las mujeres embarazadas.
Durante el mes de agosto se instalaron los colonos en las flamantes "concesiones" que, desde entonces, fueron llamadas en el lenguaje popular "grandes" o "chicas", según fueran de veintiocho o veintiséis hectáreas.
Haciéndonos cargo de los recuerdos y ayudados por la imaginación, metiéndonos en la piel misma de los inmigrantes, podríamos visualizar aquellas circunstancias de corazones vapuleados, ansiosos y en las urgencias de quienes los recibieron. Con sueños nuevos, habían dejado sus hogares y atravesado el mar para proseguir con su estilo de vida, aunque renovado, en América.
Esa convivencia inicial, ese compartir, hizo decir al agrimensor, con tinte optimista implícito: - los colonos me tienen algo loco pero vamos marchando y llegaremos con éxito a buen puerto, -lo que descubre un signo comprensivo, casi de amistad.
Algunos provenían de muy pequeños valles, escondidos entre montañas de picos nevados y laderas cultivadas con vid y pinos muy verdes; otros, de pueblitos llenos de tradición, como colgados de las laderas, más allá de las nubes, donde se respira un aire libre y puro formando parte, sin esfuerzo, del cielo azul del universo. Así lo sentí al visitar uno de ellos, durante mi stage de estudios en Europa en 1963: Saint Martin, de donde procedía Jean Pierre, el grand pére de la abuela Adelina, uno de los protagonistas de 1857.
Venían de distintas historias y diversas fantasías. Les dolía el alejamiento pero habían tornado definitivamente sus miradas y se abrazaban a la esperanza de un mundo mejor.
La tierra virgen los esperaba y ellos estaban impacientes por volcar sus ilusiones, con sus semillas, en el surco.
La inevitable falta de previsiones, al definirse su instalación estando ya el contingente en el país, hizo que ésta fuera precedida por un ritmo no habitual, por un desafío, una experiencia única, un tiempo durante el cual debieron templarse los espíritus y las emociones de estos protagonistas que construyeron el núcleo fundador de la colonia".

COLONIA SAN JOSÉ

"Como fruto de la política inmigratoria iniciada con la Organización Nacional después de Caseros, el país fue proyectado hacia un futuro de progreso.
Y la colonia "de Urquiza" en Entre Ríos creció y se multiplicó, amasada al calor de su pensamiento y de la acción transparente de los grandes.
La redacción en 1934 de la Ley de Transformación Agraria de la Provincia, se inspiró en la organización de la Colonia San José en 1857.
Los ideales democráticos de aquellos buscadores del progreso fueron extraídos del discurso para llevarlos a la práctica. Desde los orígenes, fue creado en la colonia un Concejo Municipal inicialmente compuesto por cinco concejales -que trabajaron, naturalmente, sin remuneración alguna- con atribuciones para formular sus opiniones sobre las disposiciones provenientes de la Administración u observarlas, y presentar libremente proyectos que hicieran a la vida de la comunidad y a los intereses generales de la colonia. Todos los colonos, chefs de famille, participaban en la elección de sus miembros. La labor de aquellos concejos no habrá sido fácil seguramente pero, en general, los colonos se sintieron bien interpretados. Por otra parte, el arreglar por ellos mismos los asuntos comunales era una práctica a la que los suizos y saboyanos estaban acostumbrados.
Contribuyó igualmente a desbrozar el tal vez excesivo individualismo que caracterizaba a algunos agricultores, la cláusula del contrato por la que un varón de cada familia, mayor de 15 años, debía contribuir en trabajos de interés general, por espacio no mayor de 20 días al año. Se apuntaba así igualmente al desarrollo de un servicio altruista.
Esta colonia singular se construyó con hombres amantes de la libertad y acostumbrados al encuentro diario con un trabajo duro, responsable y generador de optimismo sobre algo de lo que no dudaban ni por un instante: la fe de un luminoso futuro para ellos, sus descendientes y su país de adopción.
Muchas veces habrán recordado la ternura de los tiempos difíciles en el Pays du Mont Blanc y la ruda, fría e imponente belleza de sus montañas.
Los días habían transcurrido muy lentos en medio del inmenso océano. Tiempo propicio para el trabajo incansable de las mentes, ahítas de interrogantes. Para acariciar los retoños que los viejos viñedos dejados atrás les proporcionaran, y que con extremo cuidado y porfiada esperanza observaban diariamente, que después darían origen a las uvas y al vino -producto de sus granjas- que llamarían  del País.
Pero era preciso vivir el ahora y ese ahora era en América, en la Argentina.
Contaban con un eficiente intérprete, el administrador Peyret. Y una mano amiga siempre tendida, la de Urquiza. La colonia llevaría su nombre como expresión de un grand merci a su fundador".

LA TIERRA

"Los primitivos habitantes de Entre Ríos fueron los charrúas, una de las etnias aborígenes que aplicaban el principio colectivo de la propiedad de la tierra. Cuando irrumpió implacable la "conquista", Garay tomó posesión de territorios que iban del río Paraná al Uruguay; más adelante, estos fueron transferidos a sus familiares y a los herederos de Hernandarias (siglo XVII). En el siglo siguiente, Francisco Larramendi vendió a Juan Iriarte las tierras comprendidas entre los arroyos Urquiza y Perucho Verna. Después de 1810, parte de esa enorme extensión fue ocupada, de hecho, por algunos vecinos de Concepción del Uruguay, entre los que se encontraba la familia Urquiza. En 1837 se legalizaron esas posesiones. 
En agosto de 1857, comisionado por Justo J. de Urquiza, el agrimensor Charles Sourigues y el administrador profesor Alexis Peyret delimitan y ponen en marcha las "concesiones" (parcelas de 26 y 28 hectáreas) que fueron adquiridas por los inmigrantes pioneros. Los que arribaron con posterioridad, se establecieron en propiedades producto del parcelamiento de estancias vecinas a la colonia madre, San José". 

LA PLACE

"Entre tanto, por casi cuatro décadas, La Place fue guardando celosamente recuerdos de la vida de la Colonia San José, de sus alegrías y tristezas. Cómplice de la formación de nuevos hogares en su seno, resultado de miradas insistentes que, al pasar reincidentes, lo decían todo, o de encuentros "casuales" los domingos por la mañana a la salida de misa.
Se había engalanado en 1870 para recibir al presidente de la República Domingo Faustino Sarmiento, acompañado por Urquiza, gobernador de Entre Ríos. Había escuchado orar con el pensamiento o con las palabras en la intimidad de su iglesia, visto delinear sus calles, plantar y florecer los primeros árboles y jardines, y asistido al nacimiento de la primera asociación argentina de tiro: el Tiro Suizo de la Colonia San José, en 1859, del Concejo Municipal, del cementerio repleto de recuerdos.
En las primeras escuelas, cada una con su propia historia, La Place había observado que la enseñanza se impartía originalmente en francés hasta, que el gobierno provincial nombró maestros oficiales, pasando a hacerse súbitamente sólo en castellano a pesar de la solicitud de la comuna, en 1862, para que la educación fuera bilingüe, con lo que apuntaba a una transición inteligente. Pero los alumnos -centro del sistema- debieron aceptar esa decisión oficial no exenta de egoísmo, aunque permanecieran con dignidad en las aulas sin saber de qué se trataba.
En la Place se bebía le bon vin o el licor casero fabricado en los alambiques de las granjas. Pasar a tomar la goute era, para los hombres, como un ritual de cada domingo; la alegría del brindis clásico á la santé, que conllevaba la magia para resolver algún complicado negocio o trueque, aunque ese tiempo era, sobre todo, de un compartir de anécdotas, de risas, de bromas. Mientras, la amabilidad y el cuidado personal que caracterizaba a las mujeres, elegantes con largas faldas y algún prendedor de la abuela, no les impedía regatear sobre el costo del broderie o de otras telas en las tiendas. Antes, habían ido a la casa de algún familiar o a la confitería para desayunar; es que habían venido ese día en ayunas para comulgar.

LA VIDA EN LA COLONIA SAN JOSÉ

"Heroicos corazones aquellos que en cualquier parte del mundo peleando la buena batalla, guardaron la fe; como quienes abrieron los surcos en Entre Ríos allá por la mitad del siglo XIX.
La vida es como el agua del mar: tiene sus picos y sus depresiones, en una constante.
Hoy es la luz, mañana la sombra; ahora la alegría, después fluirá la tristeza. Pareciera que la irrupción de una conlleva la otra. Y siempre así, en un ritmo infatigable en el espacio y el tiempo.
Nuestros inmigrantes no fueron ajenos a esto, pero advirtieron con sentido práctico y armonioso que todo acontecimiento es una ocasión inédita.
Por ello, fueron capaces de aceptar la realidad de cada caída sin dejar de seguir siendo optimistas y permitiendo el vuelo de la imaginación, en una actitud positiva que siempre abriría otros senderos hacia nuevas oportunidades. Aunque el golpe fuera duro o tuvieran los bolsillos llenos de agujeros.
El contrato entre Urquiza y los colonos preveía una aspiración con pronóstico reservado y de difícil aplicación práctica: la prohibición de vender licores, vinos o bebidas espirituosas. 
Las costumbres, los hábitos de vida, arraigados desde años, siglos, en los pueblos, no pueden modificarse a partir de las buenas intenciones o del voluntarismo de un acuerdo.
Así, esta prohibición de vender se observó inicialmente, pero la producción de bebidas, especialmente el vino, comenzó cuando el primer suizo o francés descendió del barco.
En mi infancia oía hablar del alambique de los abuelos donde, con fórmulas traídas por los pioneros, fabricaban bebidas en las granjas. Como el de los Moix, los
padres de la abuela Adelina, a unas dos concesiones de distancia de la Calle Ancha, sobre el camino viejo a Villa Elisa.
Aún hoy, en la iniciación de un nuevo milenio, es poco probable que se visite una casa de la vieja colonia, especialmente en la zona de la costa, sin ser agasajado con una copa de vino del país o un licor de naranja de fabricación casera. Tratar de eludir el convite con algún pretexto sería poco comprendido, como cuando, con la mano tendida, ofrecen un mate, al que también, rápidamente, se hicieron afectos estos inmigrantes. La recepción al visitante procura iniciar o hacer mas viva una amistad pero, al mismo tiempo, constituye una apreciada oportunidad para la gente de campo de mostrar su trabajo, su arte, reclamando en silencio, como única y apreciada retribución, la calidez de un elogio.
La aptitud natural, el talento para cultivar las vides y elaborar el vino, contribuyó a dar lustre a la región y al país en exposiciones nacionales e internacionales como las de Saint Louis y Chicago. Y es por ello que la determinación del Gobierno Nacional en la primera mitad del siglo XX de impulsar la destrucción de los viñedos de Entre Ríos, presuntamente para favorecer los privilegios de otras regiones monopólicas, constituyó un acto inhumano, arbitrario e inmoral, no ajustado a derecho, que lastimó al hombre en su dignidad.
Una de las actividades más generalizadas durante cada invierno eran las carneadas, en las que se elaboraba toda clase de chacinados como morcillas, chorizos, lomos atrios, mondiolas (sic), salchichones... motivo de encuentros y fiestas, ya que a ellas concurrían para ayudar los vecinos de otras granjas.
El ganado vacuno les proporcionaba la leche que procesaban para obtener subproductos como la manteca y los quesos de la colonia, que aún es posible encontrar en los comercios locales.
Con la semilla de trigo en el surco, sólo comenzaba la historia. Germinada con la ayuda de lluvias oportunas y la ausencia de langostas y cosechada con la hoz, se conformaban gavillas que eran colocadas en una gran lona para ser pisoteadas por caballos. Ventiladas después a mano,  se separaba la cáscara del grano. Hasta que los molinos comenzaron su actividad, la molienda se hacía con la ayuda de pesadas piedras que trituraban el grano.
Toda la familia participaba en ese proceso y, cuando concurrían a retirar su trigo o maíz convertidos en harina, aquélla era también ocasión para un tiempo de encuentro, para dejar volar la contagiosa alegría de improvisada música, baile y canciones, dándoles otra vida a los aires que habían dejado acariciando las montañas... vous étes mes amours... o que, aquí y ahora, recreaban... petit enfant déjà la lune... meciendo nuevas cunas nacidas -con la complicidad de algarrobos y ñandubayes- del embrujamiento y la ternura de sus propias manos.
Las bodas eran un buen pretexto para exteriorizar la alegría y el canto, su mejor vehículo. Se formaban coros, inclusive mixtos y a varias voces.
Según los relatos de la abuela Adelina los festejos que acompañaban los casamientos duraban un tiempo ilimitado; el suyo con Juan Bastian, se prolongó por tres días.
El canto coronaba también las reuniones de los hombres cuando, cada domingo, especialmente después de misa, extendían los encuentros junto al mostrador de algún negocio de ramos generales, parte del cual estaba cuidadosamente enchapado para facilitar su limpieza. Allí, al brindar, se condecoraban mutuamente con la amistad. Y había en ello una honestidad visceral. Uno de estos escenarios que, al menos de algún modo, durante la primera mitad del siglo XX, continuara como destello de aquella sinfonía, fue el que en la esquina de Alvear y Urquiza, de San José; perteneció a un señor que sabía del buen humor y del don de gentes: Hernando Maxit.
Cada 14 de julio, fiesta nacional de Francia y el 1° de agosto, de Suiza, los sulkis, las jardineras, carricoches,  americanas,  los breks -coche de cuatro ruedas con pescante elevado y dos filas de asientos laterales en la parte trasera-, carros de dos y cuatro ruedas repletos, a caballo, en ancas, a pie, se congregaban en la plaza de la ya villa San José para asistir a los actos desbordantes de sentimientos encendidos, escuchar los discursos entusiastas, para cantar himnos y canciones, apreciar la banda de música, agitar banderas y participar de los almuerzos o cenas conmemorativas.
Estas festividades se prolongaron hasta los años de 1940 cuando se produce otra realidad: la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Me tocó participar durante la primera década de mi existencia del lento ocaso de esos acontecimientos que invitaban a un paréntesis para el regocijo del alma, sintiendo vibrar los recuerdos traídos al presente para volverlos a la vida.
Reunidos en torno a la pirámide, la banda hacía su entrada triunfal por la diagonal de la esquina de la plaza que da a la esquina de 9 de Julio y Urquiza, entonando contagiosas marchas que hacían que los jardines florecidos se trasladaran a las mentes aureoladas por la música de violines, flautas, armónicas, trompetas, bombos y trombones.
Como nada es para siempre, también eso pasó. 
Pero la inventiva y el arte, expresados ahora de otra manera, siguen vigentes como todo lo que pertenece al espíritu.
Al principio no existían alambrados y, por eso, algunos colonos cavaron zanjas o montaban guardia durante la noche para evitar que la hacienda yeguariza de las estancias vecinas invadiera sus sembrados. Las mujeres brillantes, severas y justas, según fueron definidas en las crónicas lugareñas, no pocas veces acompañaron al hombre en este quehacer.
Por miles fueron enviados árboles frutales desde la residencia de Urquiza -hoy Museo Histórico Nacional, conocido con el nombre de Palacio San José-  para practicar ensayos en la colonia, especialmente de cítricos, carozos de durazno y ciruelas, gajos de membrillo, moreras, sarmientos de distinta variedades, a los que se agregaban especies forestales y plantas que llegaban provenientes de Buenos Aires o Europa.
La primera moneda de la Confederación Argentina con capital en Paraná, fue acuñada en Francia en 1854. Como la falta de moneda de menor en la colonia motivaba la emisión de numerosos vales, Urquiza imaginó y encargó en 1867 que se estamparan monedas de plata del valor de medio real que tuvieron temporalmente circulación local. Desde 1861 hasta 1881 no se acuñó moneda metálica en nuestro país. Un excepción fue la moneda de Entre Ríos en 1867".

TRABAJOS Y SUEÑOS

"Abriendo otra ventana a la colonia, una vez más vemos entremezclarse el trabajo y los sueños.
Cuando los maizales de las chacras, después de florecer habían trocado el verde por ríos de oro, era el momento de recoger las espigas con sus chalas para ponerlas al abrigo de las lluvias y del desparpajo de las bandadas de cotorras y palomas dispuestas a iniciar un festín al que no estaban convidadas. La esperada oportunidad se daba generalmente durante el invierno, cuando el mal tiempo no permitía el trabajo de la tierra.
Entonces era la deschala o deschalada.
El sol ya se había ido por el poniente cuando un destello lunar destacaba una mágica atmósfera en la granja: los vecinos llegando con sus familias, el chirrido de sus carros y su alegría, una fogata alimentada con ramas, chilcas y cañas de maíz; un espacio donde se había depositado las rubias mazorcas cosechadas. Los dueños de casa aguardaban para una recepción llena de simpatías y gentilezas. Muchachos y muchachos llegaban fieles a sus sueños que no alcanzaban a comprender del todo pero que los arrastraban; en tanto, la luz de un candil o de algún farol encerraba todo aquello en un círculo azulado.
Pocas veces era dable apreciar un momento de tanta distensión y sencillez, no exenta de solemnidad.
La deschala era también un pretexto para reunirse. Los vecinos de otras granjas traían pasteles y tortas  con las que las muchachas tenían la oportunidad de poner de manifiesto sus habilidades. En torno al gran montón e mazorcas, el sabio silencio inicial era roto por el mate que venía circulando; dulce, amargo, de leche.  Y por las chalas que, al quitarse las espigas, dejaban en libertad la magia de un perfume característico que se enraizaba en el ambiente y animaba a los adultos para acompañar la mecánica del trabajo, incursionando en el bosque de memorias;  a los jóvenes, para descubrir que una mirada podía ser la totalidad, y a las muchachas, agotadas por la tensión inicial, para dejar que un contenido grito ensordecedor de liberación y entrega dibujara una sonrisa sin sentido en sus mejillas,  iluminando sus rostros de miradas entornadas.
Indudablemente, algún alambique había aportado lo necesario para hacer más fácil la trasmisión de los sentimientos y emociones -en francés o en castellano-, para animarse al canto o para bromear con alguna expresión picaresca que haría reir a todos a carcajadas o tal vez compartir, acordeonista mediante, un vals o chanson de musette, una polca o un shottis y, ofreciendo la mano y repleta de ternura, dejar volar la cabellera al viento.
Todo en una noche campesina de deschala impregnada de rocío, con olor a campo, a pasto, a sudor, inmensa en un sentir positivo que conduce directamente a la cima, bañada con una fosforescencia celeste.
El canto del gallo anunciaba que estaba amaneciendo. La esperanza y las nuevas ilusiones serpenteaban los caminos del regreso, montadas en una nube de chalas que, empujadas por el viento, llegaban al cielo".

SIN LÁGRIMAS

"Lo que demostró la fibra de la que estaban hechos los campesinos no fue la necesidad de abrirse caminos en el monte, ni la carencia de elementos para poder alambrar, ni el tener que enfrentarse a la bravura de las vacas que se resistían a compartir la espumante leche de sus crías, ni aprender en tiempo acelerado a domesticar el ganado, en lazar, marcar y domar.
Tampoco la vigilia para evitar que los sembrados fueran pisoteados o comidos por los animales salvajes o sueltos provenientes de las estancias; ni el granizo imprevisto, ni la escasez o exceso de lluvias; ni siquiera las persistentes hormigas.
Hubo algo que los puso realmente a prueba: la langosta. Fue la mayor de las plagas. Hacían aparición por millones, ocultando irreverentemente la luz del sol y anunciando su presencia con un zumbido cada vez más obstinado, mas cercano, más amenazante.
Devoraban todo lo que encontraban a su paso.
Ante el desastre, algunos decían esperanzados: - está cambiando el viento, si sopla el pampero tal vez las lleve para otro lado -y se dedicaban a espantarlas. O sentían el dolor de la impotencia ante ese poder que pretendía hacer naufragar su empresa, menoscabar su temple, decir adiós a sus afanes, a su dignidad.
Indiferente, este azote volador bajaba en un lugar determinado y se valía de la tierra para depositar sus huevos de los que saldrían,  multiplicadas y hambrientas, las nuevas langostas saltonas a las que también había que enfrentar. Y lo hacían con la ayuda de toda la familia y la de los angustiados vecinos que tenían la sabiduría de meterse en la piel del otro. Todos mancomunados en una heroica actitud por salvar su esfuerzo y las esperanzas amasadas largamente por sus manos lastimadas en el trabajo, aclarando las imágenes que se habían puesto barrosas por el porfiado empuje de las lágrimas".
           
EN ENTRE RÍOS, UN MODELO DE MUSEO

 "Se sucedieron conferencias con especialistas, muestras, los intercambios -ya en vuelo internacional- con Elis Island, el museo de inmigración de los EE.UU., con los archivos de Sion, capital de Valais donde continuaban desempolvando documentos, el apoyo Smithsonian Institute, la última tecnología y el diseño introducidos por los museólogos estadounidenses Carolyn Rose y James Volkert, que arribaron desde Washington.
Los límites de un necesario quehacer museológico pugnan por expandirse para abarcar también numerosos espacios de la colonia, a los molinos de viento que aún permanecen de pie, a tantas señales que perduran brillando como testigos silenciosos de la vida de los primeros colonos, llegados aún antes de que se cerrara el círculo de las guerras civiles.
En La Place de los fundadores, frente a la plaza histórica el Museo Histórico Regional de la Colonia San José, rico en experiencias, acompañado con la calidez de toda la gente, remodelado por visionarios voluntarios, llenos sus pulmones de tradición regional, conservando sentimientos, percibe el ensancharse y rejuvenecer de sus entrañas al cumplir 41 años de aprendizaje, vestido de futuro, con un matiz sepia del pasado esclarecido.
Revitalizado, será modelo para instituciones de este tipo en todo el país -expresó el diario La Nación de Buenos Aires.
La embriaguez de la modernidad, sin embargo, no debería impedir la exhibición plena de su riqueza, que alcanza un toque humano y espiritual cuando -al visitar el museo- el colono o el vecino se encuentran con lo que, un día sintiéndose parte y con levantado vuelo, se acercaron.
Es el portal de un alba privilegiada: la del año 2000 que -mirando hacia atrás- pugna con sus primeras luces para sumarse, desde nuestro ahora, a la percepción del ayer".
                                                                                    * * *                       
Éstas son sólo las primeras páginas de "La Colonia San José" por Héctor Norberto Guionet, Editorial "De los Cuatro Vientos". Sugiero leerlo, es un deleite. 
El Museo de la Colonización de San José es sumamente interesante, lo considero el más destacado sobre esta temática. Recomiendo visitarlo. Bien vale una visita a esa zona entrerriana para disfrutar de la hospitalidad de esa buena gente; conocer las Termas de San José, de Villa Elisa y de Colón; visitar el Palacio San José, El Palmar, lo que quedó del otrora importante Frigorífico Liebig, y otros sitios de atracción turística.
    
                                                                          * * *                                        oscarpascaner.blospot.com     
  
INMIGRANTES BELGAS QUE LLEGARON VILLAGUAY 

FUNDAMENTACIÓN                                 REPRODUCCIÓN DE UNA PAGINA PUBLICADA EN INTERNET
                                                                   
"Quizás el tiempo y otro poco la distancia hacen que hoy estén tan separados aquella Bélgica de los pioneros de la Argentina de hoy. Es comprensible. Pero es menester pensar que 125 años y miles de kilómetros también nos unen.
El tiempo hace que las cosas se olviden, pero solamente nosotros podemos reconquistar esos recuerdos selectos de nuestro pasar, y del pasar de otros si es que realmente lo deseamos.
Somos nosotros entonces, los encargados de hacer que la travesía de aquellos pioneros sea parte de la historia, de nuestra historia.
Esta historia que tiene algunos espacios incompletos, lugares que el tiempo supo llenar con hechos que poco a poco fueron olvidados.
¿Qué se recuerda y qué se olvida?
A veces se recuerdan los sucesos alegres, heroicos, victoriosos, los buenos momentos…, lo triste generalmente se olvida. Lo que el corazón no soporta, lo borra la razón. Por eso muchas historias se desvanecen, se pierden.
Pero esto no es un pretexto para no rememorar… cada vez que alguien relata un acontecimiento vivido por sus abuelos belgas, por simple que parezca, la historia se enriquece, se llenan esos espacios que el tiempo había borrado.
La de los colonos belgas no fue una vida fácil, tuvieron que pasar años de penurias y sacrificios. Dolores que hoy no podemos ni imaginar, la tristeza del desarraigo y el sufrimiento de vivir en un lugar donde quizás muchas veces no fueron comprendidos, la incertidumbre hacia el futuro, por aquel entonces en un país por momentos extraño…
Pero hubo algo que los hizo fuertes, el amor incondicional por su familia, el sentimiento de unión con sus compatriotas, el espíritu del trabajo de sol a sol y su recompensa, la esperanza de ver crecer a los hijos en estas tierras sembradas de sueños, la inquebrantable fe en Dios, su protector…porque como reza un refrán flamenco: “Todo depende de la bendición de Dios”.
Valores que fueron transmitidos de generación en generación, nuestra herencia…
Es por eso que era necesaria una investigación, para rescatar los vestigios de la historia. Una investigación que se realizó con mucho sacrificio, que contribuye hoy en día al enriquecimiento cultural de nuestro pueblo.
Gracias a la confianza y al aporte económico de empresarios belgas encabezados por Patrick Maselis y con auspicios de la Embajada de Bélgica todo fue un poco más fácil….
Entre mayo de 2006 y enero de 2007, fueron relevados los recursos del patrimonio cultural: tangible, intangible y viviente. Porque además de las anécdotas que pueden contarse hoy en día, otra prueba del transitar de esta colectividad son también los recursos tangibles: capillas, escuelas, casas, monumentos, fotos, todo aquello que fue hecho por la comunidad en pos de su forma de vida. Las huellas que dejaron en su transitar por este suelo argentino…
La mayor parte de ese patrimonio ha sido relevado, con el principal objetivo de hacer un circuito turístico, pero que derivó en un proyecto mucho más enriquecedor…
De esta manera la investigación sirve para rescatar, preservar y difundir los recursos del patrimonio cultural de la colonia belga de Villaguay.
El producto de la investigación es, por un lado, el documental “Huellas Flamencas”, por otro un documento escrito que próximamente será editado y el circuito turístico, que es el objetivo principal y más importante está disponible para su comercialización.
Rescatar, preservar y difundir el patrimonio cultural de la colonia belga de Villaguay es el objetivo de esta página, entre otras cosas.
Muchas gracias por visitarnos y agradecemos su comentario.
                                                                           
                                                                               María Gabriela Lencina Den Dauw"

                                                                  *
Considero muy positivo el aporte cultural de los belgas; durante mi estadía en Villaguay, como empleado ferroviario, tuve la oportunidad de vincularme a descendientes de belgas y tuve oportunidad de conocerlos como buena gente, trabajadora, honesta, respetuosa, cordial, etc. por mencionar sólo algunas de sus muchas virtudes que merecerían ser emuladas. Conservo el mejor recuerdo de Julio César Den Dauw, descendiente de una de las 200 familias belgas que llegaron a Villaguay. A sus veinte años, por buen guitarrista, integnuestra orquesta Los Ases, formada en Villa Clara en el año 1952. año en el que tuvo que cumplir con el Servicio Militar, y su lugar en nuestra orquesta lo ocupó su   hermano apodado Negro, uno o dos años menor que el. 
Llegó a ser un buen Intendente de la localidad entrerriana de Clara. Su brillante desempeño
hizo que llegara a diputados provincial. Cumplido el período en ese cargo de diputado, la buena gente de Clara su pueblo volvió a elegirlo Intendente de esa localidad. 
Muchos años, yo ya radicado en Buenos Aires, nos encontramos en Colón y me enteré de su generoso gesto de renunciar al cobro de su sueldo de Intendente - "porque el pueblo lo necesita más que yo" .
Ya de regreso en Buenos Aires, hablé con Oscar Andrile, conductor del programa  "Raíces Entrerrianas", logré que le haga una nota telefónica destacando ese gesto. Cuando Oscar Andrile le preguntó a Julio César, por qué renunciaba a cobrar su sueldo de Intendente
 - Es un aporte para ayudar en las obras que necesita mi pueblo. -le respondió con la modestia de los grandes. 
                                                                  * * *                                   oscarpascaner.blogspot.com
                                                                                                                                 
o
                                                                                

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