sábado, 14 de julio de 2012

UN CASAMIENTO EN LA COLONIA

UN CASAMIENTO EN LA COLONIA                                           por Nicolás Rapaport

“La juventud crecía y comenzaron los noviazgos. Los casamenteros, esos curiosísimos especímenes de profesionales, mal negocio hacían en la colonia. Todos se conocían o poco menos. Se unían las parejas por amor recíproco y afinidad espiritual.
Un casamiento en la Colonia era parangonable a Las Bodas de Camacho. 
Centenares de invitados llegaban en carros, carretas, a caballo.
La fiesta duraba dos o tres días con sus noches.
Montañas de aves, cordilleras de bizcochos, ríos de vino y cañas.             
Decenas de mujeres aderezaban pollos, patos y gansos.  
Enormes ollas de pescado relleno preparado por las hábiles manos de las comadronas, perfumaban el ambiente. A varias cuadras se olía el apetitoso manjar. ¿Qué misteriosa afinidad había entre el arte obstétrico y el pescado relleno? 
Hasta hoy no he podido saber por qué eran precisamente de parteras las que tanta habilidad tenían para preparar ese plato, maravilla gastronómica judía. Pero es un hecho histórico.
No era concebible un casamiento sin música. Así como la función crea el órgano, la necesidad filarmónica creó en la Colonia a los músicos. En realidad no había más que un violinista, llamémoslo así a quien, con loable entusiasmo rascaba las cuerdas desafinadas de su instrumento. La cabeza inclinada acariciaba con la mejilla la caja, no sólo oía, sino que también se deleitaba absorbiendo los ritmos acelerados de los alegres, tijeras y otros ritmos. Con el pie marcaba el compás. Se agitaba, se revolvía, se retorcía en consonancia con los bailarines.  Su orquesta, pues era él su director, digamos el Toscanini, la integraba un trombón enorme que asentía y rubricaba el fervor del violinista con insistentes tum, tum, tum, pero invariablemente a destiempo. Disentían armónicamente el violín y el trombón en encantadora persistencia.
Ejecutaban sus musiquillas con heroico entusiasmo pero auditivamente, deplorable. Eran los únicos músicos de la colonia y por ende, siempre eran  recibidos alegremente.
Comenzaban su actuación cuando llevaban al tálamo a la novia cubierta con un velo. Tocaban una quejumbrosa melodía que invitaba a llorar. Lloraban las madres, lloraban las amigas, lloraban las comadres; todas lloraban vertiendo raudales de lágrimas entre gimoteos y espasmos. De pronto, la brusca transición sorpresiva, el ritmo musical se aceleraba y la doliente musiquilla iba trocándose en un airoso alegre. Esas gimientes damas comenzaban a reir, a golpear las manos y a danzar olvidadas de su doliente, desconcertante e inexplicable llantina.
¿Por qué tan honda expresión de dolor? ¿Por abandonar el hogar paterno? ¿Por la pérdida de la libertad de soltera? ?¿Por el porvenir incierto?  No lo dilucidé hasta hoy, el hecho es que se lamentaban concienzudamente.
Era costumbre tradicional obsequiar a los novios en su fiesta nupcial. Ese simpático hábito, transportado a la colonia, interrumpía las danzas y el músico, generalmente, oficiaba de locutor. Encaramado sobre un banco comenzaba a anunciar quién  y qué regalaba cada invitado. Se iniciaba la descripción con los objetos más valiosos, seguía luego con los menos importantes. La ceremonia comenzaba con un alegre como fondo musical y se iniciaba el acto a toda voz:
  - Los padres del novio obsequia a la novia un vestido de terciopelo que perteneció a la abuela del novio y un par de aros de oro.
Gritos de admiración y aprobación por esa magnificencia y un ataque de los músicos con dos compases de su invariable alegre. Pregonaba enseguida el obsequio de un reloj de plata para el novio por parte de los padres de la novia. 
Luego seguía mencionando los regalos de más valor hasta el de dos cucharitas de plata. 
Después de nombrar cada obsequio, dos compases de la musiquilla alusiva, siempre la misma.
No rían amigos. Sonrían con benevolencia por esa costumbre lejana, superada ya, pero que aún hoy me conmueve por su sencillez, su simplísima e ingenua belleza llena de encanto y esforzada generosidad”.

                                                                  * * *                              oscarpascaner.blogspot.com

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