viernes, 28 de diciembre de 2012

¿CASUALIDAD?

Mis ascendientes paternos inmigrantes llegaron el 20 de junio de 1894.
La Empresa Colonizadora del barón de Hirsch los destinó a Colonia Espíndola.
Poco después falleció mi tatarabuelo José Levental (padre de mi bisabuela). El primero que falleció en esa colonia y ser sepultado en el cementerio de esa colonia. 
 En una de mis visitas a familiares de mi esposa que viven en Domínguez, mi pueblo natal, saludé al apreciado Salvador Efron, ex agricultor, ya nonagenariono
  - En la ocasión que fui a Colonia Espíndola a visitar a un primo conocí a tres miembros de la familia Pascaner: a tu abuelo y a dos de sus hermanas. 
Mi primo y yo asistimos a una de las reuniones que hacían los domingos a la tarde en el patio de la escuela donde confraternizaban y tomaban té con masas caseras. Tu abuelo era el maestro y coordinador de esos encuentros. ¿Sabías que fue Director de una escuela en la Colonia Lucienville cerca de Basavilbaso? 
 - Sí. Tengo las cartas que le escribió el Comisionado de Educación de Concepción del Uruguay reclamándole que el dinero de las matrículas. Este mal funcionario del Gobierno no puede ignorar que la Ley 1420 determina la gratuidad de la enseñanza. Mi  abuelo fundó su escuela en Mansilla en 1905. Falleció en 1910, a sus 34 años. 
 - Si, me enteré. Qué pena, era muy inteligente. Si querés visitar la zona en la que estuvo emplazada la Colonia Espíndola, te acompaño.
 - Sé donde está, a pocos kilómetros de la chacra de mi abuelo materno. Mi padre nunca quiso volver allí; era entendible porque estuvo allí a sus nueve años cuando falleció su padre. 
Conforme a lo acordado con ese buen hombre, el domingo, acompañado por mi esposa y mi suegro, pasé a buscarlo.
Don Salvador Efron me anunció que doblara a la derecha en la calle que nos llevaría al sitio en el que estuvo el núcleo de viviendas de la Colonia Espíndola.  
  - Ahora tomá esa calle ancha. A uno y otro lado de esta calle estaban las viviendas de los colonos -acotó don Salvador. 
Estos árboles, que sobrevivieron al tiempo, indican el sitio donde estuvo cada casa. Originalmente no eran más que ranchos de barro con techos de paja. Los colonos las reemplazaron por construcciones de ladrillos y techos de chapas de cinc. 
Donde termina esta calle estaba el potrero común, llegaba hasta el arroyo Bergara. Aquí dejaban las vacas y sus crías después de ordeñarlas, también los animales de labranza cuando terminaban la jornada de trabajo. 
Las parcelas de labranza estaban en los alrededores. Estimo que esta Colonía tenía una superficie aproximada a las cinco mil hectáreas. 
La casa de tus familiares estaba por aquí-don Salvador hizo un ademán impreciso. 
Detuve al auto junto a dos hombres que reparaban un molino para preguntarles por el cementerio. 
 - Quedó dentro del campo de Síseles. A unos quinientos metros de la escuela, a su derecha, verá una tranquera. Vuelva a cerrarla cuando entre para que no se escapen los animales que pastorean en ese campo. No hay huella, guíese por las moreras que tiene el cementerio.
El suelo del campo de pastoreo estaba muy poceado porque cuando llueve los animales entierran sus pisadas en la tierra mojada, que, al secarse el terreno se hace intransitable para los automóviles. El tupido y alto malezal obstruía la visión. 
Tuve que pararme en uno de los paragolpes para divisar las moreras. 
El andar del coche parecía una coctelera.  
El cementerio cercado con alambre tejido ocupaba la superficie de una manzana. Vacas y caballos pastaban a su alrededor. 
El portoncito de entrada no tenía candado. Ingresamos don Salvador y yo. 
Katy y su padre se quedaron en el auto. 
Me dirigí al área donde estaban las lápidas de las mujeres porque sabía que en ese cementerio sepultaron a mi bisabuela paterna. No hallé indicios que identificara su lápida porque muchas estaban derruídas. Don Salvador lo adjudicó a que los lugareños se paraban en ellas para arrancar los frutos de las moreras. 
El cementerio estaba polijo el pasto cortado a guadaña y los senderos de cemento alisado bien conservados.; el espacio libre, cubierto de pasto cortado a guadaña. Don Salvador comentó que una institución de Villaguay se encargaba de ello.       
En un rápida recorrida a las lápidas pude apreciar que las últimas eran de 1938;  mantenían legibles los nombres, fechas de  fallecimiento y sus fotos en chapas esmaltadas se conservaban bien.    
No sé qué me llevó a caminar por una zona cubierta de pasto cortado a guadaña. 
Pisé algo rígido. Me arrodillé para arrancar el pasto enmarañado que cubría lo que parecía ser una placa de mármol. 
La tarea se me hizo nada fácil por no emplear herramientas. Finalmente logré liberar una placa de mármol de 50 por 50 centímetros cubierta de raicillas, tierra y moho.
El lunes día la llevé al Museo de la Colonización de Domínguez. 
Osvaldo Quiroga, en ese entonces secretario del Museo, puso la placa bajo una canilla y la fregó con cepillo hasta que se pudo leer la inscripción en bajo relieve: LÍA L. de PASCANER  Falleció en 1912.   
  -¡¡¡Mi bisabuela!!! -exclamé  invadido por un torbellino de emociones encontradas que iban del asombro a la veneración.
  - ¡Qué casualidad! -exclamó Osvaldo Quiroga. 
 - ¿Fue sólo la casualidad la que me apartó de los senderos y me llevó a regresar por un sitio cubierto de pasto? ¿Quién y para qué alguien la llevó hasta allí? 
  - ¿¡¡¡ ... ¡¡¡?
Allí, en el Museo de la Colonización de Domínguez quedó la placa de mármol de la lápida de mi bisabuela como testimonio de las muchas mujeres que participaron, junto a los hombres, de la esforzada gesta colonizadora de la tierra entrerriana.
Ella, como otras esposas e hijas, soportaron estoicamente la dura lucha por la inexperiencia en las tareas rurales, adversidades climáticas y la ruda tarea que requiere esa noble actividad de labrar la tierra. 
            
       José Pedroni, el poeta de los pioneros agricultores, las evoca así: 
                            
                           Ningún nombre de madre en el monumento.                          
                           No están la mujeres que son la fe y el nacimiento.
                           No están ellas, las de los largos quehaceres
                             No, no están ellas, suma de dolores,
                           ellas que siguen a los hombres donde los hombres van
                           ellas, las que aman las flores, ... ellas no están.

        Leopoldo Lugones también resaltó el esfuerzo de las mujeres de los colonos:

                            Ella también labró la dura tierra
                            cuando recién venidos era toda
                            la familia un ganado de labranza,
                            cuando aún no existía pueblo ni colonia.
                            Vestida de varón por más soltura,
                            penaba en el rastrojo largas horas
                            envidiando en su infancia endurecida,
                            el blanco torbellino de gaviotas
                            que sobre el surco se arremolinaban
                            como si estuviesen jabonando la ropa.
                          
                                                                  * * *                           oscarpascaner.blogspot.com

ESTACIÓN DE VÍA MUERTA

ROCA y LA CONSOLIDACIÓN DE LA FRONTERA

Distintos episodios determinaron el actual mapa de la República Argentina. 
Las Provincias Unidas del Río de la Plata originalmente se extendían hasta el Alto y Bajo Perú. Entre quienes firmaron el acta de la Independencia en el Congreso de Tucumán lo hicieron representantes de Potosí, Cochabamba, Tarija, La Paz y otros territorios que ya no pertenecen al territorio argentino. 
Después de la derrota que la Armada Argentina dirigida por Guillermo Brown le infligió al Brasil, ese país pidió el cese de las hostilidades. 
Incomprensiblemente Argentina envió a Brasil a quien debía pactar un acuerdo.  
El muy traidor acordó que nuestra Provincia Oriental del Uruguay pasaría a ser una nación independiente.    

Aborígenes trasandinos pasaban la cordillera hacia nuestra Patagonia. Robaban ganado y organizaban malones para asolar estancias y poblaciones robando, incendiando y tomando cautivas a las mujeres. 
Durante la Presidencia de Domingo F. Sarmiento esos aborígenes trasandinos atacaron la población de Azul robando, matando, incendiando y llevándose cautivas a gran cantidad de mujeres. La destrucción de Azul fue total, no quedó nada. 
A raíz de ello, ambas cámaras aprobaron por unanimidad el proyecto de ley que proponía fijar la frontera sur de Argentina en el Río Negro.

En ese entonces la Patagonia era considerada por las naciones europeas "tierra de nadie" por no tener dos habitantes por kilómetro cuadrado. 
El francés Antoine Orélie de Tournens se instaló en esa región autoproclamándose Rey de la Patagonia. 

El Presidente Domingo F. Sarmiento, en su carácter de Jefe de las Fuerzas Armadas, para hacer cumplir la ley por la que se llevaría la frontera sur hasta el Río Negro, ordenó a su Ministro de Guerra, General Julio Argentino Roca, cumplir esa misión.

El historiador Félix Luna dice en su obra "Soy Roca" que tres grupos integrados con algo menos de 300 hombres cada uno, comandados por Rauch, Winter y el propio Roca, ahuyentaron a los aborígenes trasandinos y dejaron custodia en el llamado "camino de los chilenos" para evitar su ingreso a nuestra Patagonia*. 
                                                                                                                                                          

*Fuentes de información: "Historia Argentina" dirigida por Félix Luna; historiadores Hugo E. Bagnini, Elena Bonura, Antonio Elio Brailovsky, Teresa Caballero, Bonifacio del Carril, Hebe Clementi, Roberto Cortés Conde, Carlos Alberto Floria, Pedro J. Frías, Ezequiel Gallo, Delfín Leocadio Garasa, Ciro rené Lafón, Raúl Larra, Guillermo Magrassi, Rodolfo Martínez, Enrique Mario Mayochi, Marcelo Monserrat, José Panettieri, Alberto S. J. de Paula, José María Peña, Syria Poletti, Isidoro J. Ruiz Moreno, Roberto Rusell, Horacio Sanguinetti, Félix Weimberg, Gregorio Weimberg.
  
El mapa de la República Argentina en la Libreta de Enrolamiento de mi padre, expedida en el año 1918, mostraba las islas Nueva, Lenox y Picton en color blanco, el empleado para los países limítrofes; las provincias argentinas tenían diversos colores. En 1947, en mi libreta de enrolamiento, el INSTITUTO GEOGRAFICO MILITAR  DE LA REPÚBLICA ARGENTINA persistía en ese error. Si esas tres islas eran argentinas debían estar coloreadas como lo está Tierra del Fuego y nuestras Malvinas. 

Dice el historiador Miguel A. De Marco: ..."El ciclo roquista, comenzado en 1880 concluyó en la primera década del siglo siguiente cuando Roca se vio forzado a aceptar que su poder había terminado. El lema Paz y Administración expresado en su primer mensaje al Congreso el 12 de octubre de 1880, fue aplicado a todos los ramos de su gobierno. El resultado fue un desarrollo material que benefició en especial a Buenos Aires y se proyectó en diferentes aspectos al resto del país. Con el advenimiento de Roca entró plenamente a la vida política argentina la denominada Generación del 80.                                                                                                              

El positivismo ganó múltiples adeptos en los cuadros gubernativos. Ocupaban ministerios y bancas en el Congreso, desempeñaban importantes puestos en organismos del Estado y conducían importantes órganos de prensa. El debate entre católicos y liberales respecto a la legislación en materia de educación y matrimonio se proyectó pronto a los más diversos ámbitos de la sociedad argentina, que se vio dividida por un conflicto de proporciones con motivo de la Ley de Educación 1420. El Gobierno expulsó al nuncio apostólico y se rompieron las relaciones con la Santa Sede. Fue un episodio traumático. Roca se preocupó por asegurar la sucesión con un miembro del Partido Autonomista Nacional que fuese un hombre de confianza. El más adecuado le pareció Juárez Celman, artífice de su triunfo en 1880, sin imaginar que, enseguida, el cordobés cortaría los lazos que los unían con quien había labrado su acceso a la primera magistratura. Juárez Celman llegó al poder en 1886, sin que le hiciera mella la débil oposición de los Partidos Unidos. Juárez Celman echó las bases del unicato despertando unánimes reacciones, incluso el disgusto de Roca. El Partido Autonomista cerró casi todos los caminos a la oposición, incluso la que surgió en sus propias filas, razón por la que debió afrontar agitaciones y movimientos armados.    

          Los buenos tiempos tocaron abruptamente a su fin a raíz de la crisis económica y el creciente descontento político. Los mitines realizados por la juvenil y pujante Unión Cívica, en pos de un regeneramiento político, miraba hacia el porvenir. Asistían a sus actos las principales figuras de la oposición. Fue el preludio al movimiento armado del 26 de julio de 1890 que resultó derrotado militarmente pero Juárez Celman tuvo que renunciar. Asumió la presidencia el vicepresidente Carlos Pellegrini iniciando un reordenamiento económico y trató de desarmar los enconos políticos.     

Esto último no fue posible pues el acuerdo Mitre-Roca, según el cual Mitre renunciaba a su postulación, provocó la escisión de la Unión Cívica y el nacimiento de la Unión Cívica Radical encabezada por Leandro Alem, que hizo de la consecuente abstención, un instrumento por antonomasia para transformar las lacras del régimen. Desalentado y quebrado, el líder Radical se suicidó en 1896. La conducción del partido quedó en manos de su sobrino, el enigmático líder Hipólito Yrigoyen, quien vio en 1898 producirse un cisma en sus filas".

Sobre la diferente forma de contar la Historia Argentina, se dice: 

"es según quien la escribe o la relata." Y yo me pregunto: Si no hubiera sido por la campaña de Roca ordenada por el Presidente de la Nación Argentina ¿de quién sería hoy la Patagonia?                        
                                                                                                                                         




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ALGO DE HISTORIA ARGENTINA

Para evaluar la idiosincrasia argentina es conocer nuestra historia.
                                                                                  por Miguel A. De Marco

"El Poder Ejecutivo, desde los tiempos de Sarmiento, y más vigorosamente a partir de la asunción de Roca, dominó ambas cámaras del Parlamento.
Las voces aisladas no lograban impedir que senadores y diputados elegidos en forma fraudulenta, aunque en términos y plazos legales, formaran una sólida clientela política consecuente con los mandatos del Presidente dificultando propuestas ajenas a las impulsadas o sugeridas por los Jefes de Estado.
 La renovación de 1892 la asumió un gobernante débil, anciano y cansado, el doctor Luis Sáenz Peña. El Partido Autonomista, hábilmente piloteado por Roca, valiéndose del acuerdo con el ala más moderada de la Unión Cívica, representada por Mitre, y del arbitrio de oponer la candidatura del padre para aventar la del hijo. El líder del Partido Modernista, Roque Sáenz Peña, retiró su postulación.
Pocos meses más tarde estallaban revoluciones radicales en distintos puntos del país. Hubo numerosos cambios de ministros y de las respectivas carteras poniendo en evidencia la inestabilidad del Poder Ejecutivo. Sáenz Peña renunció, fue reemplazado por José E. Uriburu, cercano al Partido Autonomista Nacional, completó el mandato en medio de los preparativos para una guerra con Chile, que parecía inminente.
Lo sucedió Roca desarrollando un gobierno progresista y modernizador. Entre sus éxitos se destaca la resolución de los conflictos limítrofes que aún mantenía el país. La Argentina había cambiado mucho desde su primera asunción a la presidencia en 1880.
Nuevos partidos como el Socialista, encabezado por Juan B. Justo, llevaban a la palestra ideas de renovación de la sociedad mediante la educación del pueblo y la instauración de comicios universales para hombres y mujeres.                          
Surgía el Catolicismo Social. Eran vías pacíficas que contrastaban con las drásticas soluciones que proponía el Anarquismo, que encontraba más seguidores entre los inmigrantes recién llegados que entre los nativos.
En 1901 hubo un sismo en el Partido Autonomista Nacional. Pellegrini, distanciado de Roca, fundó con sus amigos una agrupación denominada Partido Autonomista.
Roca comprendió que el poder se le escurriría de las manos apenas dejase la presidencia. Convocó a una Asamblea de la que surgió el nombre de Manuel Quintana para sucederlo. Éste, ya anciano, falleció poco después. El vicepresidente, José Figueroa Alcorta, juarista y modernista, logró eliminar la influencia de Roca. En el Centenario de Mayo de 1810 exaltó las glorias cívicas argentinas. Apoyó la candidatura de Roque Sáenz Peña que al asumir la presidencia promovió la Ley del Sufragio Universal Secreto y Obligatorio que lleva su nombre y que contribuyó a modificar el panorama político argentino.
Roque Sáenz Peña falleció en 1914, su mandato lo continuó el vicepresidente Victorino de La Plaza, quien le entregó los atributos del mando a Hipólito Yrigoyen, el primer Presidente de la Nación elegido según la Ley Sáenz Peña".

                                                                  * * *                                         oscarpascaner.blogspot.com

EXTENDER LA FRONTERA HACIA EL SUR

EXTENDER LA FRONTERA HACIA EL SUR

Poco antes de que los Gobiernos argentinos comenzaran a promover la inmigración ocurrieron importantes episodios en la República Argentina. 
Arturo Jauretche, en su libro "Zonceras argentinas" cómo se solicitó ante Inglaterra, Francia y los Estados Unidos que nos achiquen la Argentina separando lo que hoy es Bolivia. La pérdida de lo que era nuestra provincia cisplatina del Uruguay, fue un vergonzoso acuerdo con Brasil después que la escuadra del Almirante Brown lo derrotara. La Patagonia, en los mapas de aquel entonces, figuraba  como tierra de indios; el francés Orélie Antoine de Tounens se había autoproclamado rey de esa región.   
Durante la Presidencia de Domingo Faustino Sarmiento aborígenes trasandinos asolaron la población de Azul tomando cautivas a cientos de mujeres, además de la enorme cantidad de muertos, heridos, robos de bienes e incendios de viviendas que ocasionó ese trágico malón. 
Este hecho hizo que los legisladores aprobaran por unanimidad la Ley que proponía llevar la frontera sur hasta el río Negro y su empalme con el río Neuquén. 
El Presidente Domingo F. Sarmiento encomendó su cumplimiento a su Ministro de Guerra, Julio Argentino Roca. 


EXTENDER LA FRONTERA SUR HASTA EL RÍO NEGRO                                                       basado en obra de Félix Luna “Soy Roca” 

La editorial Sudamericana presentó el libro “Soy Roca” de Félix Luna expresando:
“Julio Argentino Roca, el conquistador del desierto y fundador de una Argentina moderna, relata la etapa de mayores transformaciones del país”.

Los malones indios asolaban las poblaciones; los pactos hechos por Rosas no lograron disuadirlos, tampoco las represalias militares. El atroz azote de los malones persistía. Adolfo Alsina, Ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda, consideró que una zanja de tres metros de profundidad por diez de ancho impediría el paso de los malones. ¡La zanja! Costosísima, excavada a lo largo de leguas y leguas, no sirvió. 
Indios trasandinos con millares de ovinos robados en estancias del sur llenaron esa zanja y pasaron sobre ellos ovinos y arrasaron el poblado de Azul robando, asesinando, incendiando viviendas y llevándose cautivas a las mujeres
Ese tema se convirtió en política de Estado. Los legisladores sancionaron por unanimidad la Ley 215 que decidió extender la frontera hasta los ríos Negro y Neuquén. El Presidente Sarmiento, como Jefe de las Fuerzas Armadas, encomendó esa misión a su Ministro de Guerra y Marina, el General Julio Argentino Roca.
Estanislao Zeballos, en su libro “La Conquista de Quince Mil Leguas” sostenía que al incorporarse al país esas enormes praderas vacías y nulamente pobladas, logrará que la Argentina se integre al club de las naciones civilizadas. 
La posteridad se asombrará cuando los historiadores puntualicen que esa Ley extendió nuestro territorio.
Roca emprendió en 1878 la orden impartida. Rauch y Winter avanzaron por derecha e izquierda. Roca, al mando del tercer cuerpo, lo hizo meses después por el centro. El 25 de mayo se encontraron, conforme a lo programado en una isla del río Negro.  
En enero de 1879 el General Julio A. Roca linformó a Estanislao Zeballos:
- El secular problema de los malones de indios trasandinos concluyó. Bastaron 23 cortas ofensivas parciales de dos cuerpos, integrados con menos de 300 hombres, para hacerlos huir a los aborígenes trasandinos de sus asentamientos provisorios. 
- No confíe tanto, general, aún quedan Namuncurá y Requencurá. -le advirtió Zeballos. (en dialecto ranquel "curá" significa piedra). 
- Si ellos son piedra, yo soy roca.

Julio Argentino Roca fue electo Presidente de la Nación Argentina en 1880.
Estimuló la inmigración de europeos. No vinieron los anglo sajones que tanto deseaba Alberdi. Roca inauguró la Casa de la Moneda, para dejar de traer las monedas y los billetes acuñadas e impresos en Potosí. 
Con el propósito de lograr el control educacional y social igualitario para todos los pobladores de la Argentina, impulsó la Ley de Enseñanza obligatoria, laica, gratuita y gradual. Decretó la Secularización de los Cementerios. Fundó el Registro Nacional de las Personas para registrar casamientos, nacimientos y defunciones en todo el país. 

Estas medidas tendientes a igualar los deberes y derechos de todos los habitantes del país, sin distinción por origen, raza o religión, determinaron que el Vaticano rompa relaciones diplomáticas con la Argentina.

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INMIGRANTES





INMIGRANTES     

 "Argentina, un país de inmigrantes", una edición Oficial de la Dirección Nacional de Migraciones, dependiente del Ministerio del Interior, en la que varios escritores relatan episodios de las diversas corrientes inmigratorias que poblaron nuestro país.

Alemanes                                                    Según "Argentina, un país de inmigrantes".

"A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, Alemania y los países de habla alemana fueron una región de intensa emigración
Las persecuciones políticas, pero aún más los ciclos de del desarrollo económico guiaron la emigración de masas, que sólo se agotó en tiempos de las guerras para reiniciarse durante las posguerras. Argentina atrajo a una pequeña porción de esta corriente migratoria. De los inmigrantes germano parlantes que llegaron al país desde mediados del siglo XIX hasta la crisis de 1930 la mayoría eran originarios de Alemania, Austria y de las colonias alemanas del Volga. En el último tercio del siglo XIX el grupo numéricamente más importante lo constituían los alemanes del Volga, cuyos antepasados habían emigrado a Rusia en el siglo XVIII. Estos agricultores comenzaron a llegar al país en 1878 y multiplicaron las colonias rurales en Entre Ríos, el sur de la provincia de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba y Chaco.
Al año de dictada la Ley Avellaneda una comisión integrada por cuatro agricultores de la región del Volga llegó por primera vez a la Argentina con la intención de investigar las condiciones del país para un eventual traslado de familia de ese origen. Según les explicaron a los funcionarios locales, hasta ese momento y por desconocimiento de las condiciones climáticas del continente habían recalado en el Brasil donde pronto descubrieron que las promocionadas tierras para el cultivo del trigo quedaban más hacia el sur. Finalmente, los agricultores apoyados por el gobierno argentino organizaron el traslado desde Brasil de las primeras 200 familias de colonos alemanes. Entre las colonias en las que estas familias se establecieron podemos contar con las de Olavarría en la provincia de Buenos Aires, en donde en enero de 1878 los roso-alemanes fundaron el pueblo de Hinojo al que denominaron, entre ellos, en los primeros tiempos Kaminka, en recuerdo de la colonia volguense de origen. Desde allí, un grupo de agricultores inició, a fines de los años 1880, el camino que llevará al surgimiento de otro núcleo de alemanes del Volga en el partido de Coronel Suárez.
En la primera década del siglo, los viejos colonos y los inmigrantes recientes avanzaron hacia nuevas tierras cruzando el límite que separaba ala provincia de Buenos Aires de La Pampa donde, entre otros asentamientos agrícolas, fundaron las colonias de Santa María, San José y Santa Teresa. En los años 1930 y 1940 los vientos y la erosión causaron estragos en las colonias de La Pampa central originando la última migración organizada de ruso-alemanes dentro del país. Un grupo de colonos alentados por el cura Holzer inició el desplazamiento hacia los campos algodoneros del Chaco.
Fuera de la provincia de Buenos Aires, el núcleo más importante de alemanes del Volga se estableció en 1878 en los alrededores de Diamante, en Entre Ríos, en la Colonia Alvear, desde donde otras aldeas y centros agrícolas se dispersarían por el territorio de la provincia atrayendo a una importantísima corriente de ruso-alemanes quienes, a fines del siglo pasado, el segundo grupo en importancia entre los propietarios extranjeros de explotaciones agropecuarias.
A pesar de que los alemanes del Volga no mantuvieron en la Argentina el sistema de colonias cerradas al que estaban acostumbrados en Rusia, su aislamiento geográfico les permitió preservar muchos de su valores y ancestrales tradiciones (como la organización colectiva de las tareas agrícolas) que habían resistido una migración en tres etapas: la del mundo campesino de Alemania a las orillas del Volga, la de la Rusia de los zares y el de la pampa argentina. En la preservación de aquellas tradiciones tuvo mucho que ver, por una parte, el fomento del aislacionismo; el rechazo a la integración y a la inserción en los medios urbanos recomendados acaloradamente desde el púlpito por los sacerdotes de la comunidad; y por la otra, la influencia de la enseñanza de la lengua alemana que se impartía en las colonias, enseñanza que el gobierno argentino puso límites exigiendo desde 1878, que las escuelas ruso-alemanas también proveyeran educación en castellano.
Las grandes ciudades como Buenos Aires recibieron, durante la segunda mitad del siglo XIX a otra clase de inmigrantes de habla alemana que parecían tener poco en común con los agricultores del Volga. Se trataba de inmigrantes originarios del mundo urbano alemán, entre los que el elemento social más importante estaba compuesto por trabajadores calificados y semicalificados, artesanos, médicos, maestros, comerciantes, etc. Hacia la década de 1870 la comunidad alemana de Buenos Aires aparecía relativamente homogénea desde el punto de vista social y estaba conformada por un artesanado independiente o Handverkerstand y por un sector de comerciantes que mostraba su relativo peso económico a la hora de asumir el liderazgo en las instituciones comunitarias como las asociaciones mutuales, el club alemán, las sociedades corales y las congregaciones evangélicas. 
El componente obrero de la comunidad comenzó a crecer a fines de los años 1870 provocando un proceso de diferenciación social que redundó en una complejización de los patrones de residencia del grupo y en un debilitamiento relativo de los lazos comunitarios.
Entre los inmigrantes de clase trabajadora la mayoría eran tipógrafos o personal vinculado a la industria editorial que en Buenos Aires conseguiría trabajo en las fábricas textiles, en la cervecería Quilmes o en el ferrocarril. Activos políticamente y vinculados a las ideas socialistas, estos obreros fueron los fundadores, en 1882, de la asociación Vorwärts. A fines del siglo XIX los barrios de la ciudad que nucleaban a los alemanes más prósperos eran Palermo y especialmente Belgrano, en tanto que la pequeña burguesía se asentaban en Villa Devoto y Villa Ballester los obreros vivían en Barracas y en la zona cercana al Dock Sur. Cada uno de estos barrios tenía sus escuelas alemanas y sus iglesias evangélicas a cargo de pastores venidos de Alemania. El incremento de integrantes de la colectividad y la dispersión geográfica de sus miembros dio origen origen a una compleja estructura eclesiástica desde 1897 era administrada por el Sínodo Evangélico La Plata. Por su parte, los alemanes católicos, que constituirían una minoría durante el siglo XIX y de los que siempre se presumió que su confesión los llevaba a ser absorbidos con mayor facilidad por la sociedad receptora, comenzaron a crecer con la migración de las primeras décadas de este siglo y organizaron su primera congregación en la Iglesia de San Bonifacio". 

                                                                    *
Británicos. 

                                                                    Según "Argentina, un país de emigrantes"

"Comparada con la imponente expansión de las inversiones británicas en la Argentina, el volumen de la inmigración desde el Reino Unido al Río de la Plata nunca alcanzó cifras demasiado significativas como por otra parte ocurría con la mayoría de los grupos noreuropeos. El escaso atractivo que para los súbditos de la Corona generaba nuestro país tuvo que ver en parte con que los Estados Unidos y los Dominios les brindaban mayores facilidades de adaptación (en lo que parece haber sido decisivo la comunidad de lengua) y en parte porque el fracaso de algunos intentos de colonización británica en la Argentina (sobre todo los emprendidos por la Empresa Thompson y Bonar en el norte de Santa Fe) influyeron para que a partir de 1870 el gobierno inglés realizase una sistemática campaña de desaliento de quienes intentaban emigrar al Río de la Plata.
Muchos de los británicos que llegaron al país lograron un éxito considerable y, como podría esperarse en un período dominado por la expansión agraria, invirtieron sus ganancias en tierras. Este fue el caso de los irlandeses, escoceses e ingleses que se afincaron en la provincia de Buenos Aires dedicándose a la ganadería en las estancias ovejeras.
Otro de los sectores económicos con los que se relacionó de inmigrantes desde el Reino Unido fue el de las compañías de ferrocarril y navegación y el de los servicios de gas y electricidad en las que primó el elemento inglés. Por su parte, los galeses fueron atraídos a las costas argentinas por un proyecto de colonización agrícola en la Patagonia. Unidos por la subordinación a una misma corona, pero separados por la denominación de su fe cristiana, por la distancia que mediaba entre la Patagonia y el norte de la provincia de Buenos Aires, y por las condiciones climáticas y productivas de los lugares que eligieron para afincarse, galeses e irlandeses conformaron dos comunidades que dejarían profundas huellas en el suelo donde vivieron".

                                                                       *
Galeses. 

                                                                         Según "Argentina, un país de inmigrantes".

 "En febrero de 1865 partió de Gales un contingente con 150 inmigrantes a bordo del velero "Mimosa" rumbo a las costas australes argentinas. Atraídos por las promesas del ministro Rawson y del  cónsul argentino en Liverpool, y dispuestos a colonizar el corazón de la "tierra maldita" de Darwin, los galeses llegaron a las playas que bautizaron "Puerto Madryn" en Mayo del mismo año y desde allí partieron en busca del valle del Chubut donde empezaron la dura labor de crear una colonia agrícola en la inmensidad de la Patagonia.  ... La llegada de contingentes cada vez más numerosos desde Gales impuso el avance sobre nuevas tierras. A fines de los años 1880 cuando la colonia tenía cerca de 1.600 habitantes diseminados a lo largo de los valles del río, los colonos comenzaron a explorar hacia el oeste y el noroeste en busca de más tierra cultivable. Deseaban encontrar una región donde se asentasen los nuevos inmigrantes y los hijos de los viejos colonos. Así, desde los pueblos de Rawson, Trelew y Gaiman, las familias jóvenes y los recién llegados iniciaron su marcha hacia la cordillera en dirección al "Cym Hyfryd (Valle Encantador) donde pronto crearían un nuevo asentamiento.   
A medida que la colonia fue creciendo y complejizándose, los galeses fueron creando las primeras iglesias que, a fines de los años 1880, sumaban trece templos que correspondían a las cuatro denominaciones principales en que expresaban su fe: Congregacionalista, Metodista Calvinista, Baptista y Episcopal Anglicana.
El culto religioso era el centro de la sociabilidad de la colonia.  ...
La recreación de la cultura de Gales tenía como otro de sus ejes a la educación. Por los años 1880 las colonias tenían ocho escuelas, dos de las cuales eran nacionales, donde la educación era impartida en lengua castellana, mientras que las restantes, costeadas por donaciones voluntarias de los colonos, enseñaban en idioma galés".

                                                                           *
Irlandeses 
                                                                                 Según "Argentina un país de inmigrantes" 

"Desde un país marcado por la crisis, el hambre y la muerte, los inmigrantes irlandeses partieron hacia el Río de la Plata en la década de 1840. 
La roya, la plaga de la papa, hizo fracasar varias cosechas consecutivas y actuó como catalizador de la crítica situación que sufría Irlanda y que era el resultado de profundos problemas en su organización económica y social. Este hecho que podría ser juzgado como coyuntural desató una catástrofe que, entre otras consecuencias, provocó una disminución de la población de más de dos millones de personas entre 1845 y 1851. Parte de la caída demográfica fue consecuencia de la emigración hacia Inglaterra, América del Norte, y en menor medida Australia, Nueva Zelanda y la Argentina. A los que no lograron alejarse del país, la muerte los encontró sumergidos en la adversidad.
Cottiers y trabajadores rurales, hijos de campesinos sin posibilidades de acceso a la tierra y pequeños arrendatarios arruinados por la crisis, encontraban su destino en Buenos Aires y comprobaban que allí el ganado y la tierra no eran inalcanzables.
La promesa de cientos de hectáreas y de majadas de miles de ovejas atraían hacia las costas dl Plata a una pequeña fracción de una corriente ultramarina de migrantes que en su mayoría se dirigía a los puertos norteamericanos.
A diferencia de los suecos y holandeses que llegaron a la Argentina por medio de pasajes subsidiados, la inmigración desde Irlanda a nuestro país fue espontánea y estuvo basada, al igual que ocurrió con otros grupos del norte de Europa como los daneses del sur de la provincia de Buenos Aires, en la relación del futuro migrante con parientes y amigos que ya estaban en la Argentina y cuya descripción de las oportunidades que ofrecía el país resultaban atractivas para el que pensaba emigrar y le ayudaban a tomar la decisión de partir.
Escapando de la crisis y el hambre, prácticamente sin otro capital que sus brazos, los irlandeses conseguían empleo al llegar a la Argentina como sirvientes y cocineros, institutrices y niñeras, peones para cavar zanjas o colocar cercados. Como las aspiraciones de la mayoría eran el campo y la tierra, los irlandeses buscaban que su trabajo los llevase a la campaña y muy pronto abandonaban la ciudad de Buenos Aires para internarse en la provincia, sobre todo en los partidos del norte y noroeste como Arrecifes, Carmen de Areco, Exaltación de la Cruz, Luján, Pilar, Rojas, Monte, etc. La experiencia en la cría de ovejas compensó la escasez de capital con la que la mayoría desembarcaba en el Plata y les facilitó un trabajo como puesteros, peones zanjeadores, aparceros o arrendatarios en las estancias del norte de la provincia de Buenos Aires. A la experiencia se sumó la bondad económica de una época de expansión en la cría del lanar que permitió a muchos de estos irlandeses conjurasen el pasado de miseria cumpliendo el sueño de poseer tierra y convertirse en "sheep-farmers" o en estancieros.  ..."


                                                                                *

Escandinavos. 
                                                                                                     Según "Argentina, un país de inmigrantes"

"Entre los inmigrantes escandinavos que arribaron a la Argentina en el siglo XIX, la mayoría eran originarios de Dinamarca y Suecia. Mientras los daneses se asentaron especialmente en el sur de la provincia de Buenos Aires; los suecos, llegados en su mayoría por una remigración desde Brasil, se establecieron a fines del siglo pasado en alrededores de Bonpland y Oberá".


                                                                       *

Daneses. 
                                                                                                       Según "Argentina, un país de inmigrantes"

"Los primeros daneses llegaron al país en la década de 1860 atraídos por la disponibilidad de tierras para agricultura en la zona de Tandil. Si bien entre 1860 y 1900 la corriente migratoria de Dinamarca fue sostenida, sus dimensiones recién comenzaron a crecer en las primeras décadas del siglo XX cuando estos inmigrantes de fe luterana, provenientes del centro y norte de la península de Jutlandia, se asentaron en los partidos de Tres Arroyos, Necochea y Coronel Dorrego donde la mayoría se dedicó al cultivo de trigo en el corazón cerealero de la Pampa húmeda. Tanto en el viejo asentamiento de Tandil como en los más recientes del sur de la provincia de Buenos Aires, los daneses crearon una densa red de instituciones étnicas cuyo centro fue la iglesia evangélica luterana de la cual dependían las escuelas de la comunidad a cargo de pastores y maestros venidos de Dinamarca. 
El principal cometido de estas instituciones era la preservación del idioma, de la fe y de las costumbres del país de origen. Tan intensa fue su labor no sólo en pos de la recreación de la identidad étnico religiosa, sino también  de su trasmisión a las generaciones nacidas en la Argentina, que aún hoy existen cuatro iglesias danesas en el país (Tres Arroyos, Tandil, Necochea, Buenos Aires) que mantienen servicios en idioma danés. Asimismo en dos clubes de la comunidad todavía se celebran fiestas y reuniones bilingües, se bailan danzas folclóricas de la leja península de Jutlandia, se comen platos típicos y se cantan canciones de Ingemann y de Hans Christian Andersen. Todo esto como reaseguro de los que quizás sean los últimos fragmentos de una cultura que fue trasplantada desde Jutlandia a la pampa a principios de este siglo". 

                                                                      * 

Suecos. 
                                                                                                       Según "Argentina, un país de inmigrantes"

"El derrotero y el destino de los suecos que migraron desde las frías zonas de Kiruna, en el norte del país, al agobiante calor de la selva misionera difirieron notablemente de los de sus primos escandinavos. Del sol de medianoche al firmamento estrellado del hemisferio sur, los suecos de Oberá en su mayoría habían llegado primero al Brasil desde donde luego emigraron a Misiones.
Al mismo tiempo que una inmensa ola de inmigrantes se dirigía desde Suecia hacia los Estados Unidos, 5.000 suecos cruzaban el Atlántico con destino al Brasil. A fines de los años ochenta del siglo XIX el gobierno brasileño una política de atracción de inmigrantes en los países del norte de Europa, para ello abrió una oficina de propaganda en Hamburgo y desde allí una extensa red de agencias se expandió por Escandinavia con centro en el puerto sueco de Malmó. La mayor parte de los suecos que obtuvieron pasajes subsidiados para cruzar el Atlántico eran obreros industriales o mineros que junto a sus familias fueron atraídos hacia Brasil por una propaganda basada en la idea de la colonización y en la promesa de tierra libre y barata. Alrededor de 2.000 inmigrantes se establecieron en el sur de Brasil; en 1912 cerca de 600 fueron repatriados a Suecia luego del fracaso económico causado tanto por su escaso conocimiento de la agricultura como por sus dificultades para adaptarse a las condiciones climáticas y culturales de Brasil.
De aquellos que permanecieron, cerca de 100 familias iniciaron un éxodo hacia la provincia argentina de Misiones donde colonizaron las tierras vírgenes de la zona y fundaron en 1928, el pueblo de Oberá. En el suelo rojo misionero los suecos iniciaron una nueva etapa de colonización basada en el cultivo de la yerba mate en pequeñas chacras. A diferencia de los daneses de la provincia de Buenos Aires quienes mantienen sus clubes e iglesias, y tanto en el ámbito público como en el privado siguen utilizando -aunque cada vez de manera más ocasional- el idioma danés, los suecos de Misiones mostraron más dificultades para retener su cultura y organizar instituciones que contribuyeran a la preservación del idioma. Un intento más o menos aislado en ese sentido fue el de la "Sociedad Svea" creada en 1912 con el propósito de preservar la identidad sueca en la Argentina. En la actualidad sólo algunas familias compuestas por suecos de segunda generación mantienen el idioma en el ámbito doméstico como un tenue vínculo que los une a la cultura que sus padres debieron dejar atrás ante los desafíos impuestos por el monte misionero y la lengua guaraní".


                                                                         *

Holandeses 
                                                                        Según "Argentina, un país de inmigrantes". 

"Atraídos por las promesas de la colonización agrícola y favorecidos por el subsidio de pasajes de la administración de Juarez Celman, los inmigrantes holandeses, en su mayoría agricultores originarios de la zona de Friesland, Groningen, Drente y Zeeland llegaron a la Argentina entre 1888 y 1890. Los principales asentamientos de holandeses se encontraban en la provincia de Buenos Aires, especialmente en las colonias agrícolas de Micaela Cascallares en Tres Arroyos, Cochicó en Guaminí, y Lynch en Saavedra; en Santa Fe, donde la mayoría se estableció en Rosario; y en la ciudad de Buenos Aires en los barrios de Barracas, la Boca y en Avellaneda donde trabajaban como obreros en las fábricas de la zona.
El grueso de las familias holandesas llegó a la Argentina atraídas por la política de colonización y por la posibilidad de su esperanzas de renovar sus esperanzas de ser agricultores en un suelo más próspero.
Sin embargo, no pocas de ellas vieron frustradas sus expectativas y al igual que ocurrió con los suecos del sur de Brasil debieron regresar al punto de partida. Así, las permanentes quejas que los colonos expresaban en sus cartas dirigidas al consulado holandés de Buenos Aires llevaron al gobierno de Holanda a hacerse cargo de la repatriación de 1.500 de los 4.500 holandeses que llegaron al país bajo la política de subsidio de pasajes entre 1888 y 1890.
De los que permanecieron en la Argentina, una parte emigró hacia las grandes ciudades dejando atrás la esperanza de labrar la tierra y encontrar en la pampa un futuro más propicio que el que les ofrecían las empobrecidas zonas agrícolas de Friesland o Zeeland. Otros, como parte de las 249 familias de colonos holandeses que llegaron a Micaela Cascallares en 1889, se alejaron de la colonia para arrendar o comprar tierras en Tres Arroyos o San Cayetano.
A estos agricultores se sumó, en los años de 1920, un nuevo contingente de inmigrantes holandeses atraídos por sus familiares asentados desde fines del siglo XIX en Tres Arroyos y por las posibilidades económicas y productivas que la zona brindaba para el cultivo del trigo.
El eje de la organización comunitaria de los inmigrantes holandeses fue la iglesia reformada. Si bien la mayoría de las familias eran protestantes, la había también de fe católica. Así, entre las 906 familias holandesas ingresadas al país entre 1888 y 1890, 607 eran protestantes. Entre este último grupo los primeros en organizar una congregación religiosa fueron los holandeses de Rosario quienes en 1889 fundaron la Asociación Holandesa de Evangelización "Emmanuel". Por su parte, los holandeses reformados de Buenos Aires y Tres Arroyos abrieron por primera vez las puertas de sus templos en 1900 y 1908 respectivamente. Hasta ese entonces, como era costumbre entre los grupos protestantes del corte de Europa, los agricultores de la colonia Micaela Cascallares o los obreros holandeses de la Boca, Barracas o Avellaneda se reunían en domicilios particulares para celebrar el oficio de la iglesia reformada.
Al igual que los inmigrantes daneses, los holandeses de Tres Arroyos y de Buenos Aires crearon colegios atendidos por maestros contratados en Holanda donde la comunidad intentaba asegurar la trasmisión de la fe reformada y de la lengua holandesa a los niños nacidos en la Argentina. Tanto los holandeses de Buenos Aires como los de Tres Arroyos aún mantienen una activa vida comunitaria ligada a la iglesia y al colegio. Además, tienen intenso contacto no sólo con Holanda sino también con las colonias holandesas de los Estados Unidos que, hasta los años de 1960, se hacían cargo de enviar pastores y maestros a los asentamientos de la Argentina". 

                                                                            *
Lamentablemente no mencionan a las doscientos familias belgas que llegaron a Villaguay, asentándose en esa ciudad y en áreas rurales. Esa gente, noble y trabajadora, se dedicó al comercio, agriculturaganadería, etc

                                                                        * 

La tierra prometida 
                                                                                                       Según "Argentina, un país de inmigrantes"
                                                                                                           Notas de Ignacio Klich y Gladys Jozami 
                                                                                                               
"Generalmente vistos como grupos antagónicos en los medios, en particular a la luz de las ramificaciones del conflicto árabe - israelí, no hay lugar a dudas que judíos y árabes son sólo algunos de los grupos étnicos que, al igual que armenios y otros, fueron percibidos en el momento de su arribo al país, o en otros, como inasimilables, y más inexplícitamente como exóticos. Tales percepciones, en parte debidas a la natural pervivencia de elementos de su cultura premigratoria, se corresponden con la reminiscencia del sagaz observador del epígrafe una muestra de la estima social relativa a la que se hacían acreedores frente a otros inmigrantes deseables 
-sean cristianos, judíos o musulmanes- los mal llamados "turcos", y ashekenazíes provenientes de sociedades mediterráneas, mal denominados "rusos". 
(Arturo Jauretche en "El medio pelo en la sociedad argentina", dice: "Cuando yo ere chiquilín nunca oí nombrar a un inglés, que generalmente era irlandés, diferencia muy sutil entonces, sin decir "Don" aunque estuviera mamao... El francés, a veces, ligaba el Don, y en ocasión también el vasco. Jamás el español, que era gallego... lo mismo que el italiano gringo... Para qué hablar del turco y del ruso?") 
Esa actitud de la sociedad receptora está ampliamente documentada en informes de las autoridades argentinas, como también en la ensayística, la ficción, el teatro y el periodismo locales. Cierto es que para Juan Alsina, director de Migraciones hasta la primera década del siglo XX, los sirios, designación que entonces cubría también a libaneses, eran "sucios y harapientos", del mismo modo que los musulmanes, sin excepciones, profesaban una religión "intolerante y feroz", a juzgar por impresiones de Domingo Faustino Sarmiento, a partir de su viaje a Argelia años antes de acceder a la primera magistratura. Por cierto, la referencia de Alsina a los árabes como exóticos, difícilmente eximiera a armenios, judíos y otros de ser incluidos bajo esa rúbrica, de igual modo percibidos como extraños y difíciles de asimilar. Así es que alertaba a comienzos del siglo sobre la llegada de 200.000 inmigrantes -desde los rincones más recónditos de Europa oriental o central, al igual que los del Imperio otomano- que fuesen rusos judíos u otros, o súbditos otomanos (armenios, sirios, y turcos de diversos credos), eran diferentes de la población de base de la Argentina y su número seguía en ascenso. Dos décadas después, cuando Alsina ya se había alejado de esa repartición, un documento oficial de Migraciones seguía proclamando que "provienen del Asia Menor, sirios, palestinos, armenios, etc. inasimilables". 
No sorprende que las elites argentinas no diferenciaran entre árabes, armenios y turcos de distintas filiaciones religiosas, todos ellos englobados en la confusa caracterización de "turcos", tal como se referían peyorativamente a los inmigrantes del Cercano Oriente, incluso mucho después del desmembramiento del Imperio otomano".                                                                          


Similitudes y diferencias entre árabes y judíos 

"Si el llamado exotismo, alegando legítima su consideración conjunta -independientemente de las nada despreciables particularidades de su inmigración e integración aquí-, tal tratamiento también está justificado por características de ambos grupos: ente ellas que su desembarco en Buenos Aires fuera parte de otras migraciones que los afectaron históricamente -ya que el ámbito asiático menor, ya en el europeo-, y que sus tasas de retorno resultasen las más bajas en relación con otros inmigrantes. 
Más importante es la creciente participación de árabes y judíos en actividades terciarias, inicialmente la venta ambulante y el comercio minorista. Lo narrado por Jorge Isaac, escritor argentino de origen árabe, a propósito de la buhonería de sus coétnicos -Algunos lo hacen en la ciudad, otros en las zonas rurales" (J. Isaac 1986) 
-es, independientemente de las proporciones, también válido para los judíos. Esa inserción laboral no puede dejar de correlacionarse con una característica escasamente difundida del antisemitismo delineado en la bolsa, a saber la judeofobia y el sentimiento antiárabe del autor de esa obra literaria. Inspirada en la crisis de 1890, y la escasa afinidad de Martel para con el inmigrante judío y árabe, tal novela suya es en todo caso de la poca importancia que las elites argentinas le asignaban al desarrollo del sector terciario, especialmente la modernización del comercio minorista y la expansión del crédito al consumidor. En otras palabras, los vendedores ambulantes urbanos y rurales, así como los pequeños comerciantes, no fueron vistos como elementos beneficiosos. Por el contrario, privaban a la agricultura del aporte inmigratorio, y además, su enriquecimiento rápido proponía un mal ejemplo a otros recién llegados.
Ruinosos para no pocos que terminaron en la indigencia, los inmigrantes judíos y árabes comenzaron casi masivamente como vendedores itinerantes, generando la venta a plazos y admitiendo el trueque de mercancías; los más exitosos llegarían a transitar la vereda de la buhonería en el comercio minorista, y desde éste prosiguieron hacia la intermediación al por mayor, la industria, la banca y la actividad agropecuaria. El camino que para Jorge Curi, fuera desde sus "sus primeros diez pesos hasta cincuenta millones de dólares" -vale decir desde que la voz de alerta de su padre que ser algo en la vida requería no emplearse "ni por tres meses, ni por una hora" (recomendación que en su caso lo llevaría desde el corretaje de peinetas hasta la fundación de Petroquímica Sudamericana, (Curi, 1976)-, es, con matices, tan relevante para ese empresario libanés cristiano como para Nissim Teubal, uno de los cuatro hermanos sirio judíos que desde un comienzo como modestos comerciantes ambulantes crearon una importante industria textil, Ezra Teubal y Hnos. 
En su autobiografía, Nassim manifiesta haber dejado atrás un hogar paterno "de una sola habitación" (Teubal 1953), de la misma manera como en los escritos del banquero y estanciero Noel Wertheim, uno de tres hermanos ashkenazis que llegarían a presidir el Banco Mercantil y a acumular distinciones en sucesivas exposiciones en la Sociedad Rural Argentina, el autor cuenta que su padre, un israelita rumano, se inició como cargador de bolsas en el puerto de Ingeniero White, antes que propietario de un almacén de ramos en la campaña (Wertheim, 1995).
Aun cuando sería ocioso pensar que todos los inmigrantes árabes y judíos fueron vendedores ambulantes y candidatos seguros a terminar sus días como grandes industriales, banqueros y estancieros, historias como éstas no son infrecuentes en la conformación socioeconómica de la Argentina. Por un lado, la inserción laboral masiva a través del comercio resulta innegable. Sin embargo, no puede pasarse por alto la actividad agricolaganadera e industrial de importante número de judíos y árabes, sea como colonos en tierras adquiridas por la Jewish Colonization Association (JCA) o como obreros fabriles en el caso de los primeros, en la participación de los segundos en el ámbito rural a título de peones, jornaleros y arrendatarios (piénsese en los braceros musulmanes, y su transición a arrendatarios y propietarios de tierras fértiles de la provincia de Buenos Aires, comunidad descubierta por el cineasta Nicolás Sarquis y estudiada a nivel lingüístico por Estela Biondi), o como trabajadores de frigoríficos y ferrocarriles. El padre inmigrante podía brindarle a los hijos una escolaridad de la cual él quizás haya carecido. Las posibilidades de movilidad social ascendente, empero, estaban acotadas por las oportunidades que cada realidad socio económica ofrecía, que si bien una gran mayoría había llegado a conformar los sectores medios, sólo una minoría accedió a la alta burguesía y no pocos superaron el status de clase media baja.
En suma, la historia de los hijos de estos grupos, como otros, vivió los altibajos de la economía nacional, según los lugares de afincamiento y la fecha de arribo. Y, con el tiempo, la educación o el éxito material o ambos conllevarían la búsqueda de una alicuota de poder, hecho éste que se ve ilustrado por aquellos inmigrantes árabes y judíos, o su descendencia local en los ámbitos legislativo, castrense y diplomático. Tales los casos, entre otros, del inmigrante magrebí Jacobo Bibas y Wahnon, quien, una vez instalado en el directorio del Banco Comercial Israelita de Rosario, instrumenta su retorno al Tetuán del que era oriundo como vicecónsul en la temprana década de 1930, designado por el gobierno de general José Félix Uriburu; aquel del inmigrante libanés Rosendo Allub, aquel que capitalizara sus redes sociales y comerciales en Santiago del Estero en pro de su elección como diputado provincial por el radicalismo en el decenio de 1930 y nacional por el peronismo una década más tarde; o el de Ramón Abrahim, el primer hijo de árabe que llegaría al más alto rango de la carrera militar -brigadier en su caso, por tratarse de la Fuerza Aérea- , desde donde accedería a la diplomacia como embajador en Siria, el país de origen de su padre.
Además, en un país ávido de trabajadores rurales, la creciente radicación en centros urbanos de miembros de ambos grupos, mayor en el interior para los árabes que los judíos, no sólo era un mal ejemplo sino que a la postre lo tornaba más visibles a ojos de críticos y detractores de la inmigración. No debiera sorprender, que entre los primeros se contasen miembros de las respectivas elites étnicas -llámese rabino Samuel Halphon, Alfredo Schamun o Emir Emin Arslan- que, frente al vitriolo de quienes equiparaban la venta ambulante por la mendicidad por un lado, y por el otro con actividades reñidas con la legalidad, pretendían proteger a sus respectivos grupos intentando canalizar a una parte de sus coétnicos hacia la actividad agrícola, aun si esta última ofrecía menores oportunidades de rápido progreso material que la intermediación.
Tampoco puede ignorarse que árabes y judíos tuvieron reacciones defensivas semejantes frente a las imputaciones de exotismo, sea la natural inclinación a sobredimensionar su antigüedad en la Argentina por aquellos con capacidad de creación de discurso, como su profunda identificación con lo telúrico. Ejemplo de todo ello son la exaltación del supuesto origen étnico de personajes ilustres de la historia nacional, por ejemplo el ascendiente libanés de Bartolomé Mitre, y las alusiones de Alberto Gerchunoff a los gauchos judíos, que en la versión del publicista musulmán Ibrahim Hallar es el paralelismo entre gauchos y campesinos árabes, mientras que para el periodista pansirio cristiano Yauad Nader se manifiesta en su traducción del  Martín Fierro al árabe. Nada de lo antedicho significa olvidar la presencia de hijos de sirios y libaneses entre los folcloristas más destacados del país, como el compositor Jorge Cafrune, el percusionista Domingo Cura, el guitarrista Eduardo Falú o el vocalista Chango Farías Gómez, entre otros.
Con todo de ceñirse a los hechos, la consideración conjunta de árabes y judíos, posiblemente irritativa para algunos a pesar que los candidatos a inmigrar de ambos grupos comienzan a experimentar medidas restrictivas a partir de 1928, es más natural cuando se trata de aquellos provenientes de un mismo entorno cultural -por ejemplo, el mundo árabe-, como lo atestiguan entre otros el Censo de Profesionales de Ascendencia Árabe de 1955, singular iniciativa del Club Honor y Patria, el cual incluye aproximadamente a una decena de judíos de tales ancestros. En cambio, desde el punto de vista de la sociedad argentina, el exotismo de los judíos, especialmente de su sector predominante (de ascendiente europeo oriental),  sería quizá más equiparable al de los árabes musulmanes, en tanto que aquellos que retuviesen su particularismo representaban un desafío para quienes equiparasen a la argentinidad con el credo de sus fundadores.
 Además de su inserción laboral exitosa, aunque inicialmente cuestionada por una elite escasamente sensible a la necesidad de facilitar la distribución de mercancías entre sectores crecientes de la población, la integración  de árabes y judíos aconteció en los hechos a nivel social a través de sus pautas matrimoniales. Si bien la generación de inmigrantes prefirió por lo común los matrimonios endogámicos hasta donde los índices de masculinidad lo permitieron, y se abocó a la creación de entidades sociales, educativas y otras para la trasmisión de aspectos de la cultura premigratoria, su descendencia local opta de manera creciente por la exogamia. Esto es relevante para aquello descendientes de árabes que sólo descubrieron recientemente algún ancestro medio oriental, como también lo es para una comunidad judía cuya supervivencia está acuciada en la actualidad por una tasa de matrimonios mixtos que según cálculos estimativos propios se acerca al 40 por ciento. Incluso quienes no están dispuestos a admitir públicamente niveles de exogamia tan elevados, sean éstos miembros de la elite o profesionales a su servicio, expresan una grave preocupación ante la percibida "asimilación" del judaísmo argentino.
Por otra parte, el discurso de las elites del grupo árabe y judío era diferente: mientras que el fuertemente integrador de las primeras buscaba armonizar el bagaje traído de Medio Oriente con el proyecto homogeneizador argentino, la adhesión formal de los segundos al acrisolamiento apuntaba en la práctica a la preservación del particularismo, aun si la concreción de esto último de pendía de un ámbito crecientemente respetuoso por el pluralismo. En sociedades como la la Argentina, el grupo judío, calificado por algunos como cerrado en sí mismo, deja de serlo en los hechos, no sólo por la tasa de exogamia, y también por la imposibilidad de retroalimentación que vino de la mano del fin de la inmigración en la década de 1950, sino también por las posibilidades de construcción de una sociedad más tolerante, luego del retorno de gobiernos electos en 1983".  


El arribo de árabes y judíos

La misma fuente prosigue: "Oriundos del Magreb, posiblemente el más temprano subgrupo de los inmigrantes del mundo árabe comenzó a desembarcar en Buenos Aires como desviación al Plata de la ruta seguida por quienes primero llevaron "el fardo" al Brasil,alusión a sus actividades originales como vendedores itinerantes luego de la guerra hispano-marroquí de fines de la guerra de 1850. Las secuelas de la contienda habrían de darle cierta influencia a la Argentina en los años setenta del siglo XIX, seguida más tarde de otros sefaradíes hispano hablantes provenientes de Grecia y sus islas, como también de los Balcanes. Según el censo nacional de 1895, marroquíes y argelinos, en su mayoría judíos, ya sumaban 110, mientras que su homólogo de 1914 detectaría la presencia de 927 magrebíes. Numéricamente pequeño, el aflujo de este subgrupo de israelitas árabe e hispano hablantes (que en virtud de su derrotero y de las etapas intermedias de tales migraciones también incluía agibraltarinos y españoles), no parece haber excedido el medio millar de familias en total llegadas durante los años treinta, aunque se sabe de pocos casos individuales de otros inmigrados tras la descolonización de Marruecos en el decenio de 1950.
En los años ochenta del siglo XIX, los magrebíes habían fundado la Congregación Israelita Latina de Buenos Aires y su cementerio, la necrópolis de Avellaneda, instituciones sugerentes del dinamismo, si no de la importancia numérica, de aquellos radicados en la Capital -especialmente en los barrios Concepción, Montserrat y San Telmo -, frente a la dispersión de quienes se establecieron en ciudades del litoral y de las provincias de Córdoba y Chaco. Cualquiera fuera su lugar de residencia, la afinidad de unos y otros con la lengua castellana impulsaría a la JCA -institución  creada por el barón Maurice de Hirsch que durante décadas promovió el asentamiento rural de judíos europeo orientales en Argentina, Brasil y otros países- a tratar de servirse de maestros magrebíes en las escuelas de sus colonias argentinas, a pesar de las significativas diferencias culturales que separaban a esos instructores de los educandos provenientes de hogares idisch hablantes, y de la indiferenciación de la sociedad marroquí, sus judíos incluidos, tal como lo retratara Roberto Arl en sus "aguafuertes magrebíes" para el diario El Mundo de los años treinta.
El grupo judío más numeroso, empero, fue el ashkenazi, llegado desde la Rusia zarista luego de la convocatoria (invitación por decreto) del presidente Julio Roca en 1881, que apuntaba a encauzar hacia la Argentina a víctimas de judeofobia en ese país. A pesar de tal iniciativa oficial, el primer gran desembarco de judíos rusos aconteció ocho años después, durante los últimos meses del bienio de pasajes jubilados por el Estado, cuando se suponía que la población hebrea del país, esencialmente europeo occidental, no excedía los 1.500 integrantes, siendo la principal institución de éstos últimos la Congregación Israelita de la República Argentina (CIRA).
A la luz de factores expulsivos como el crecimiento demográfico, la intolerancia religiosa, las convulsiones desatadas por la caída de la Rusia zarista y las grandes guerras, los 800 judíos arribados en el Weser en 1889 fueron seguidos más tarde por otros ashkenazíes de diversas partes de Europa oriental, integrantes de los proyectos de colonización de la JCA e inmigrantes espontáneos. Tal afluencia contribuyó a provocar una decuplicación aproximada del número de judíos, de 10.000 en 1895 en 1895 a casi 100.000 en 1914. Hacia fines de los veinte se consideraba que la población judía del país excedía los 200.000 individuos.
Casi paralelamente a los magrebíes, y al igual que éstos, se observa la inmigración de medio orientales de distintos credos y afiliaciones étnicas, beneficiarios de redes de solidaridad más que de los planes de colonización. Procedentes de los países que constituían el Imperio Otomano, los así llamados turcos aparecen en el escenario local como corriente inmigratoria desde la década de 1880. Inicialmente catalogados por las autoridades como griegos y turcos, los incluidos bajo esta nómina se correspondían en su mayoría con quienes hoy serían ingresados como armenios, egipcios, iraquíes, libaneses, palestinos, sirios turcos y otros. Sea que fuese de fe cristiana, musulmana o judía, gran parte de los mencionados, excepción hecha de los procedentes de Turquía, hablaban una lengua común, que sumadas a otras características culturales los unificaba como árabes. Esa nomenclatura -inaceptable para algunos sectores que traían una identidad local, regional y religiosa muy definida- estuvo sujeta a mutaciones, acordes con las transformaciones políticas acontecidas en sus países de origen, como en el de recepción.
Impulsados a abandonar el Medio Oriente, en particular Siria y el Líbano, por una multiciplicidad de factores -consideraciones económicas (un alto crecimiento poblacional que no se veía acompañado que no se veía acompañado por un incremento de la disponibilidad de tierras aptas para la agricultura y exacerbado por las vicisitudes de las industrias de la seda y la vitivinicultura), además de las políticas y religiosas-, los otomanos ya constituían una "comunidad en formación" para Luis Bertoni, cuando el censo de 1895 revelara que sumaban 876, y 64.714 para el relevamiento de 1914. En la memoria colectiva de los inmigrantes y su descendencia han quedado los turcos como responsables principales del desarraigo de los primeros libaneses y sirios, ocupando los franceses el primer lugar para los llegados durante el período del mandato de esa potencia europea sobre Siri y el Líbano.
En la década de 1950 la inmigración de "turcos" ya estaba concluida habiéndose radicado en el país un número inferior a 150.000 según los registros de ingresos y egresos de la Dirección de Migraciones; pese a sus limitaciones, dichos registros constituyen por ahora la mejor fuente oficial. Por su parte, las autoestimaciones más riesgosas calculan en más de 300.000 a esos inmigrantes y su descendencia local en los años cuarenta, las dos terceras parte de los cristianos y el resto musulmanes, mientras que diez años después un autorizado observador de la colectividad calculaba que ella podría estar integrada por 500.000 personas, más de la mitad de origen sirio. Calculado con el trasfondo de un crecimiento demográfico que no depende del proceso inmigratorio desde hace décadas, cabe preguntarse, entonces, cómo se explica la extraordinaria discrepancia entre los abultados cálculos auto estimativos de 4,5 millones de argentinos de ascendencia árabe -1,5 millones de origen libanés y el doble de descendientes de sirios-  calculados a comienzos de 1998 y las cifras más modestas surgidas de proyecciones basadas en aquellos números de los años 1940 y 1950. La dimensión comparativa aporta una respuesta a al interrogante sobre el sobredimensionamiento de la presencia árabe tiene su contrapartida entre armenios y judíos también, habiendo reducido los demógrafos judíos a la mitad aproximadamente aquellas viejas estimaciones del orden de los 450.000 que eran calculado  aquí hasta la década de 1970. Diversas consideraciones  de orden político y otros, no sólo han impedido el redimensionamiento de árabes y armenios sino que, con el tiempo, también han permitido que tomen estado público cálculos autoestimativos que parecen cada vez  más carentes de sustentación en la evidencia empírica.
Hacia 1898 aparece la primera institución de sirios y libaneses, una asociación de ayuda mutua. Su ubicación en  la ciudad de San Juan, sin embargo, no debiera inducir a confusión respecto de su distribución espacial, caracterizada por una compacta aglomeración en las ciudades y una gran dispersión por toda la geografía nacional. La Capital Federal, así como las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, concentraron a la mayoría en el primer medio siglo desde 1880. Desde esas bases provinciales el vendedor ambulante "de nariz ganchuda y frente deprimida" recorría 
"a pi rancho por rancho, durante meses y más mese, sufriendo lluvias y hambres,  acomodándose donde le caía la noche y donde le daban un techo y una comida". 
No exenta de estereotipos físicos, esa descripción del escritor santafesino Mateo Booz se ve matizada respecto de la recepción que le acordaban los locales por las reminiscencias de Salomón Abou, quien recordara muchos años después de haber ocupado la intendencia de un pueblo salteño que, en un comienzo, "dejaba durante veintiún días mi casa y nos internábamos en los valles calchaquíes... Cuando los criollos nos veían se escondían, nos tenían miedo... Poco a poco se fueron convenciendo que éramos iguales que ellos. Me ponía ropa de gaucho... Siempre dormía en el campo, llevaba poncho y la cama era la montura... Dos veces me quisieron matar, por eso íbamos armados. Al comienzo lo más difícil era conseguir la comida,nos costó diez años que los nativos nos tomaran confianza". En todo caso, la imagen del antes mencionado se acerca más a Abou que a Booz cuando apunta que no pocos ambulantes "han dejado sus vidas en manos de malandrines y salteadores que viven refugiados en los montes. Hasta hace algunos años,  estos crímenes fueron un suceso repetido y más de un sirio-libanés fue hallado muerto junto a sus valijas vacías. Y de muchos nunca se supo más". 


Conclusiones   

Argentina, un país de inmigrantes, continúa: "Se observa en la Argentina una exitosa integración y movilidad social ascendente entre ashkenazíes y sefaradíes, sirios y libaneses cristianos y musulmanes, independientemente de actitudes prejuiciosas o discriminaciones que no pueden ser ocultadas. En el caso de los ashkenazíes es su dimensión cultural occidental uno de los factores primordiales que permitirá el temprano acceso de inmigrantes como Enrique Dickman a la legislatura nacional t de Daniel Antokoletz a la diplomacia, ambos en las dos primeras décadas del siglo XX; en el caso de sirio, libaneses y otros árabes las pautas de comportamiento espacial no sólo incidirán sobre sus emprendimientos económicos sino también facilitarán su recorrido del comercio al poder. En el orden económico, la publicación a comienzos de los años noventa de un listado oficial del millar de contribuyentes impositivos más importantes confirmó la significativa presencia de apellidos árabes, judíos y armenios, en detrimento de otros ya tradicionales de la sociedad argentina. 
A nivel institucional, mientras que entre los judíos la solidaridad étnica se tradujo en el pasado en la construcción de instituciones centrales como la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que los representa ante las autoridades nacionales desde la segunda mitad de los años treinta, los diversos nacionalismos de los inmigrantes árabes y la modalidad del integracionismo de sus hijos impidieron la concreción de un proyecto de organismo semejante, tal como ,o promoviera por años el líder comunitario Moisés Azize, hasta el surgimiento de la Federación de Entidades Argentino Árabes (FEARAB Argentina) en la década de 1970,  organización de inspiración pro - siria. Al igual que en los primeros años de la DAIA, la FEARAB, por ahora, ha logrado concitar el apoyo de un número de instituciones, si bien entre sus primeras conducciones revistaran libaneses cristianos y sus descendientes.
Otro tanto ha acontecido con la rama local de la Unión Libanesa Cultural Mundial, creación maronita de los años sesenta, y afiliada a la cancillería libanesa en tanto que esta última era el Ministerio de Relaciones Exteriores y de los libaneses de Ultramar.
Hacia el interior de ambos grupos la actitud cooperativa de los judíos, especialmente de su mayoría ashkenazí, llevó a la creación de diversas instituciones asistenciales, mientras que entre los sirios y libaneses primó la cooperación semiformal, basada en lazos de parentesco y solidaridad familiar, local, religiosa o nacional, inclusive si el nombre de sus instituciones es sugerente de fines de beneficencia y socorro mutuo.
Por último, cualquiera fuera la adscripción religiosa u otra de los formadores de opinión, el común denominador del catálogo de rótulos creados por éstos -muchos de ellos implícita o explicitamente poco amables para con árabes y judíos- sigue siendo la carga de prejuicio que arrastran y la cuota de la intolerancia a la diversidad que dejan entrever, frente a los descendientes de aquellos inmigrantes de antaño. No obstante su exitosa integración sociopolítica actual, las viejas imágenes
estereotipadas de hace más de un siglo están aún vigentes, y han cobrado renovada actualidad desde 1983 en un contexto histórico diferente". 

   
El Hotel de Inmigrantes es declarado Monumento Histórico

"El decreto 2402 de 1990 del Poder Ejecutivo Nacional declaró Monumento Histórico Nacional al conjunto del predio donde se encuentra situado el "nuevo Hotel de Inmigrantes, construido en 1906 -dice Magdalena Faillace, Presidente de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos en la obra Argentina, un país de inmigrantes- no hace más que rendir el debido y postergado homenaje a la inmigración que, desde fines del siglo XIX y en las primeras décadas de siglo XX, contibuyó a refundar la Argentina moderna. El noble edificio del antiguo Hotel de Inmigrantes representa una carga de significación, como fuerte testimonio de hechos que no se agotan en la arquitectura y el paisaje sino que nos remiten a un patrimonio intangible singularmente valioso y vivo para los argentinos de hoy. Podemos pensar al Hotel de Inmigrantes, con su estructura de generosos materiales, como el primer impacto de "la ciudad junto al río" en el imaginario de esos inmigrantes de variados origen que venían de haberlo perdido todo o, en la mayoría de los casos, de no haber tenido nunca casi nada. El "nuevo Hotel de Inmigrantes" simbolizó entonces a la Argentina en crecimiento sostenido que se habría en una generosa política migratoria a los grupos de diversos idiomas y latitudes.
Contra la discriminación y la xenofobia que predominaban y predominan aún en otras tierras, fue la "casa" donde el Estado argentino acogió, en un ámbito protegido y confortable, a quienes luego se dispersarían para arraigarse en todas las regiones del país, mediante el trabajo y la construcción de nuevos asentamientos urbanos y rurales. Pocos monumento se nos aparecen hoy tan emblemáticos  para la memoria como éste, en cuyos espacios luminosos se empezó a escribir, en buena medida, la historia social de la Argentina del siglo XX. Los inmigrantes traían consigo los idiomas y las melodías, las tradiciones y costumbres de culturas mucho más antiguas que las de nuestro mundo criollo,las cuales se trasmitieron con cierta nostalgia que marcaría los nuevos mestizajes; pero tenían una voluntad constructiva que los llevó a protagonizar los procesos de la historia reciente. Venían decididos a trabajar y a quedarse, a brindar a su hijos una vida mejor que la que ellos habían tenido. Y la Argentina los incorporó a su proyecto, y la escuela pública y gratuita creada a partir de la ley 1420 fundó con ellos una tradición integradora que ofrecía equidad en las oportunidades para todos.
A partir del gigantesco cimbronazo entre los grupos de la inmigración masiva y la sociedad criolla de las últimas décadas del siglo XIX, se generó un nuevo mestizaje que nos define y caracteriza frente al resto de América Latina: el surgimiento de nuevos tipos humanos y grupos sociales, también de nuevos conflictos... El gaucho arquetípico, soberano y libérrimo de las pampas, que exaltara José Hernández, dio paso a figuras meno épicas, el resero y peón de estancia, el "gringo" que se adapta a las nuevas formas de trabajo exigidas por el mundo de la post guerra. El siglo XX inaugura una nueva épica silenciosa, la del trabajo pertinaz y la vocación autosuperadora que perfila la Argentina industrial y que puebla los sindicatos y las universidades con los descendientes de esos inmigrantes. Como todo proceso de integración, la incorporación de las diversas colectividades de la inmigración con los descendientes de esos inmigrantes. Como todo proceso de integración, la incorporación de las diversas colectividades de la inmigración en las transformaciones de la Argentina moderna supone, en lugar de pérdidas, la superación de realidades anteriores característica de toda síntesis cultural original.
Es aquí donde cobra particular sentido el Hotel de Inmigrantes, como reservorio de la memoria que ha influido decisivamente en las generaciones sucesivas de argentinos hasta el presente. Cuando hablamos de una nueva síntesis cultural, pensamos en los valores de una sociedad en cambio que se despliegan en imágenes surgidas de mundos no antagónicos pero sí diferentes. Surge el contraste entre el gaucho tradicional y el "gringo"; el culto del coraje, arrinconado en los barrios marginales  de la ciudad que avanzaba sobre el campo, se degrada en la ética encarnada en el guapo y el compadre y reacciona frente a la integración del "gringo", mientras el tango nacido en la orilla gana con su magia las luces del centro y triunfa en París.
Entretanto, el inmigrante se apiña en los conventillos y también construye nuevos asentamientos según el imaginario de su arquitectura originaria: los pueblos de franceses y los establecimientos agropecuarios de los vascos en la Provincia de Buenos Aires, las colonias de "gauchos judíos" en Entre Ríos, los sirio-libaneses en las provincias del noroeste, los ucranianos y alemanes en Misiones, las capillas galesas en Chubut, los italianos sacando frutos del desierto en Mendoza y poblando las ciudades con sus arquitectos, creadores de gran parte de los palacios y edificios públicos de comienzo del siglo XX. Toda esta riquísima realidad concentrada y dispersa en nuestra vasta geografía permite comprender la angustia de los intelectuales y  sociólogo que, en la crisis del 30, se preguntan por el "ser nacional". Martínez Estrada, Gálvez y Mallea siembran los cuestionamientos que empezarán a tener respuestas en El hombre que está solo y espera de Scalabfini Ortiz y en los arquetipos de Jauretche.
El Museo del Inmigrante no solamente actualiza uno de los mejores distintivos de la tradición histórica de la Argentina... recupera además un espacio para la cultura y las investigaciones acerca de las colectividades que poblaron nuestro país, y viene a llenar un vacío en la memoria colectiva institunacionalizada en nuestros museos. Así podremos proyectarnos fuertemente en la consolidación de una identidad cultural imprescindible para realizar hoy el crecimiento en paz de esta Nación que ellos contribuyeron a forjar". 

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